Con o contra nosotros

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Editorial UCA
06/03/2023

Un reciente estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo advierte que la polarización y los enfrentamientos en el campo político y social han aumentado notablemente en América Latina en los últimos 20 años. En efecto, en ese lapso de tiempo, el subcontinente ha pasado de ser una región poco polarizada a ser la segunda con mayor polarización, solo detrás de Europa del Este y Asia Central. Si en El Salvador hubo desde antes de la guerra civil una fuerte polarización, los pequeños avances de la posguerra se difuminan entre insultos, acoso a opositores y construcción de escenarios sociales tan falsos como seductores para algunos. Lo que sucede en América Latina multiplica el enfrentamiento. El reciente choque en Twitter entre los presidentes de Colombia y de El Salvador no es más que una muestra de hasta dónde ha llegado la tendencia.

En sociedades políticamente polarizadas, lo atinado es buscar intermediarios para entablar un diálogo. Así se resolvió la guerra civil salvadoreña. Sin embargo, cuando aún no se ha llegado a los niveles de violencia a los que suele conducir la polarización extrema, el ideal es que las instituciones estatales sirvan de instrumento de mediación entre los sectores y grupos enfrentados. El problema se da cuando amplios sectores no creen en dichas instituciones por considerar que operan más como mecanismos de respaldo al poder establecido que como mediadores confiables en los conflictos sociales y políticos. En El Salvador se ha llegado ya a ese punto. Aunque es indispensable revertirlo para que sea posible vivir en una democracia estable y en un ambiente de confianza social, la tarea no parece fácil.

La polarización se acrecienta cuando la desigualdad está presente en la sociedad. Para revertir esta dinámica, el PNUD hace énfasis en la necesidad de revisar los sistemas de protección social universales. Si todos los jóvenes terminaran el bachillerato o la formación profesional equivalente, si todos los mayores de 65 años tuvieran pensión digna, si existiera un solo sistema de salud de calidad de cobertura universal, si todas las familias tuvieran una vivienda digna, la tendencia a la polarización descendería. Quien puede desarrollar sus propias capacidades está siempre más abierto a reflexionar sobre las carencias que otros sufren, tiene mayor sensibilidad ante el dolor ajeno y busca soluciones consensuadas ante los problemas. Sentir empatía por personas o sectores estigmatizados mejora siempre las posibilidades de diálogo y las actitudes sociales.

Quienes en el país desean superar la profunda negatividad del momento actual deben tener claros y adecuadamente formulados los elementos en discusión. Las instituciones estatales que controlan el poder gubernamental y defienden y protegen los derechos de las personas deben ser independientes tanto del poder político como del económico y del social. Hoy están cooptadas por el Ejecutivo. Asimismo, los sistemas de protección social deben ser universales y cubrir las necesidades básicas de toda la población. La desigualdad y la marginación, unidas a la estigmatización y permanente sospecha contra sectores populares, continúan dividiendo estructuralmente al país. El desarrollo de los jóvenes, la inclusión de sectores estigmatizados, la protección de la familia y de su hogar, la educación y la salud de calidad para todos, y las pensiones son básicos para reducir las tensiones sociales. Desarrollar espacios en que se propongan soluciones a la insatisfacción de las necesidades básicas de la población es más valioso que caer en el infértil juego del ataque y la descalificación.

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