Construir políticas públicas

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El gran reto del nuevo Gobierno de El Salvador es construir políticas públicas. Aunque hubo políticas públicas en educación, en construcción y mejoramiento de carreteras, y en algunos que otros temas, lo cierto es que los 20 años de Arena se caracterizaron por una fuerte liberalización de la economía y por una confianza ciega en el mercado, como el gran regulador del desarrollo y la convivencia ciudadana. Hoy, en tiempo de crisis, vemos lo vulnerable que se ha vuelto nuestra sociedad y los sufrimientos que esa vulnerabilidad, nacida de la falta de planificación, conlleva para el ciudadano.

En este contexto, aunque sea necesario responder con rapidez y urgencia a los retos inmediatos, es también indispensable avanzar en el diseño de políticas públicas a todos los niveles.

Una política de seguridad ciudadana, bien elaborada, debería estar funcionando ya. Las ideas fundamentales de esa política están ya plasmadas en el documento que la Comisión de Seguridad Ciudadana y Paz Social entregó durante la presidencia de Antonio Saca, y que el propio FMLN asumió como la base para su propia política de seguridad. El material del PNUD sobre violencia en Centroamérica es también una base excelente. Pero a esas ideas y sugerencias hay que ponerles fecha, modo de operación, legislación, indicadores que posibiliten evaluación de los avances, etc. En otra palabras, las ideas, aunque constituyen la base de políticas públicas, requieren también de un diseño y plan operativo que las haga concretas, aplicables, evaluables, ejecutables. Y eso es lo que falta no sólo en seguridad, sino en muchos otros campos de la vida nacional.

Es necesaria una política pública en el tema fiscal, en el tema juventud, en el tema discapacitados, en el tema de la mujer. Desde hace mucho tiempo se viene hablando de una cuota de género que garantice que al menos un tercio de los funcionarios públicos pertenezca a uno de los dos géneros. Pero la idea se queda sin ejecutar simple y sencillamente porque no existen políticas públicas al respecto que pongan tiempo de ejecución de las ideas.

Y los países no avanzan sin políticas públicas. En El Salvador, desde que se cerró el Ministerio de Planificación hace aproximadamente 15 años, la planificación estatal ha sido un desastre. No por estar mal hecha, sino por inexistente. Ha habido demasiada improvisación y muy poca responsabilidad. El hecho de que el Estado prácticamente no rinde cuentas nos habla precisamente de la carencia de políticas públicas, en muchos aspectos suplantadas por políticas propagandísticas. En realidad, si el Estado funcionara como una empresa, y no como una institución a la que el ciudadano le hace regalos incondicionales a través de los impuestos, los Gobiernos habrían quebrado hace tiempo. Porque las empresas exitosas sí planifican y tienen sus planes estratégicos claramente construidos; el Estado no.

Necesitamos ahora cambiar esa dinámica perniciosa y comenzar a planificar. O, en otras palabras, diseñar y operativizar políticas públicas. No es cuestión de ideas, sino de tener capacidad de gestión en base a planes estratégicos bien diseñados. Si no avanzamos por ese camino, aunque se respondiera a las coyunturas con mayor eficacia que Gobiernos anteriores, no progresaríamos demasiado. Construir políticas públicas es el reto. Y es también una urgencia ineludible si queremos superar los problemas de fondo que afligen a la vida nacional.

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