Criminalidad, pobreza y política

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Nuestro país está atravesando momentos muy difíciles. Los problemas que nos aquejan son muchos y de muy diversa índole. Realizar un listado exhaustivo de ellos excedería el espacio de este editorial. Pero, a nuestro juicio, son tres las problemáticas más graves y acuciantes, que requieren una seria atención por parte de toda la sociedad y, en especial, de nuestros gobernantes. De la solución de estas tres graves cuestiones depende el futuro del país.

En primer lugar, la criminalidad. Todos los medios de comunicación la ponen de relieve y ocupan sus primeras páginas con noticias que cada día son más alarmantes y trágicas. El Diario de Hoy y La Prensa Gráfica, que por años atrás mantuvieron un bajo perfil para este tipo de informaciones, hoy se han vuelto auténticos barómetros de la situación criminal del país, aunque se desconoce su verdadera intención detrás de tal abordaje. Pero no solo los medios destacan esta realidad; la gente cada vez se siente más insegura y vulnerable. Cada día mayor número de nuestras hermanas y hermanos salvadoreños son víctimas de diversos hechos delictivos. Según parece, la criminalidad que se vive en el país tiene sus orígenes en grupos muy bien organizados y preparados. Grupos que disponen de medios y recursos, y que están actuando con mucha libertad y total impunidad. Grupos que están al servicio del narcotráfico, de la trata de personas, del tráfico de armas y de todo acto ilícito que pueda producirles beneficios económicos.

Estos grupos criminales no han surgido ahora; llevan mucho tiempo operando en el país y tienen fuertes conexiones nacionales e internacionales. Además, se han infiltrado entre quienes tienen que combatirlos: la Policía, la Fiscalía y el sistema judicial. Hay que ser conscientes de que estamos ante un problema de suma gravedad, de grandes dimensiones, y que hay que prepararse para atacarlo con seriedad, consistencia y perseverancia.

El segundo gran problema es la exclusión y la pobreza. Desgraciadamente, tampoco es esta una realidad nueva, sino un flagelo que viene de los cuartos traseros de nuestra historia y que hasta la fecha no se ha sabido ni querido superar. Esta realidad que afecta al menos a dos tercios de nuestros compatriotas pasa desapercibida para el tercio restante. La pobreza se ha agudizado con la crisis económica mundial, que ha impactado a El Salvador más que a ninguno de los otros países centroamericanos. Ello a pesar de que la administración Saca aseguró reiteradamente que el país estaba blindado ante una crisis como la que se avecinaba. Sin embargo, independientemente de las crisis económicas, hay una pobreza profunda y permanente que solo encontramos si vamos a los barrios marginales de las ciudades y a las zonas rurales del interior. Una pobreza que estremece y rompe el corazón. Una pobreza que condiciona y hace indigna la vida de estos hermanos nuestros, a quienes no se les ha dado nunca la oportunidad de salir de ella. Pobreza desconocida para muchos que prefieren cerrar los ojos y darle la espalda, y que constituye la otra cara de la moneda de la riqueza y el lujo que se ve en los residenciales de élite y en los centros comerciales exclusivos. Para cambiar esta situación, se requieren de auténticos programas de erradicación de la pobreza y la exclusión; su solución es una cuestión de justicia y de dignidad. Solo con una verdadera actitud solidaria y un sistema impositivo justo que permita redistribuir la riqueza se podrá enfrentar este flagelo en el futuro.

La política y los políticos constituyen el tercer gran problema. El sistema político salvadoreño está enfermo y ha perdido el sentido que la política debe tener: hacer gobernable un país y buscar el bien común de todos sus habitantes. Los políticos deberían empeñarse en trabajar en pro de ese bien común, y no dejarse llevar por los intereses particulares de ellos mismos o de sus partidos, ni mucho menos estar al servicio de oscuros grupos de poder. Los políticos son servidores públicos, que se deben a su pueblo, que reciben su salario del pueblo y, por tanto, deberían trabajar para el bien de su pueblo. No es esta la realidad que vivimos hoy. La política está al servicio de unos pocos, al servicio de los mismos políticos que la utilizan como arma negociadora para ganar más poder y obtener beneficios y prebendas, olvidándose de lo que el país y su gente en verdad necesita. Muchos de los problemas que hoy vivimos se deben a esta actitud irresponsable en la política. Ante la grave situación que estamos viviendo, se requiere de capacidad de diálogo y reflexión profunda; se requiere ver al país y pensar juntos caminos para superarla. Para ello se requiere de políticos de alto nivel humano, ético y profesional, que puedan trabajar unidos buscando el bien común verdadero.

En definitiva, es tiempo de dejar los protagonismos a un lado, de olvidarse de los propios intereses y programas. Es tiempo de que todos nos unamos para trabajar juntos alrededor de la búsqueda de soluciones reales y sustentables para el país. Es tiempo de sacrificio y de renuncia, de decisiones verdaderamente patrióticas, que nos lleven a encontrar soluciones que incluyan a todos los salvadoreños y salvadoreñas.
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Anónimo
17/04/2010
07:26 am
Yo agregaría un qu problema, la RELIGION, este sistema religioso no abona a la creación de seres humanos activos en la problematica social, sino, un tipo de religion que adormece. Las iglesias y no importa la religion, veo que en estos momentos han tomado una actitud pasiva, dejar hacer dejar pasar. Es una iglesia que contribuye a la impunidad. La iglesia debería tomar un papel más de denuncia ante todos los atropellos que se vive en El Salvador, qué difícil es vivir así.
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Anónimo
16/04/2010
17:37 pm
Agregaría un cuarto gran problema. El de la mayoría de los medios de comunicación. ¿Al servicio de quien están? ¿De la verdad? ¿De hacer llegar a la población información útil y confiable? Me parece que mientras estén al servicio de intereses "oscuros", muy poco abonarán a lo solución de la criminalidad, de la pobreza y exclusión y de los vicios de los políticos. Vemos que casi todos los medios de comunicación han defendido el "derecho" de otro gran medio de comunicación a violar la ley y cargaron todo su poder mediático en contra de la jueza que se atrevió a enfrentar al poder de ese medio de comunicación violador de la ley y que reclamó y reclama impunidad.
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