Cuarenta años después

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Editorial UCA
11/09/2013

El once de septiembre marca dos fechas impresionantes. La más reciente es la destrucción de las torres gemelas de Nueva York hace doce años. Fue sin lugar a dudas un ataque injustificado e inhumano, muestra de hasta dónde pueden llegar los fanatismos. Y generó una reacción política y militar excesivamente agresiva, que enturbió todavía más la situación de Medio Oriente. Las políticas imperiales estadounidenses, empeñadas en asegurar su capacidad de dominio y su propia fuerza, no son una solución para una región tan compleja e históricamente golpeada por Occidente como Oriente Medio. Solo el diálogo, el respeto a los derechos de las personas y la relación horizontal entre culturas y religiones pueden garantizar un futuro en el que la convivencia sea pacífica. La amenaza de bombardeos a Siria es el último capítulo de la incapacidad occidental para manejar adecuadamente sus relaciones con esta zona del planeta de clara naturaleza intercultural.

La otra fecha, que comentamos con más detalle, es la que recuerda el golpe de Estado de Pinochet contra Salvador Allende en Chile, hace cuarenta años. Fue un atentado contra la democracia, también con el apoyo estadounidense, que abrió las puertas a una serie de guerras sucias perpetradas por los Ejércitos suramericanos, que llenaron de luto y dolor a América Latina. La primera reflexión es respecto al dolor. La muerte de amigos, personas con ideales, gente pacífica y solidaria, no se olvida. Cuatro décadas después, la manifestación de repudio al golpe en Chile estuvo marcada por una impresionante afluencia de personas. Veinte mil chilenos desfilaron, según cálculos oficiales, la mayoría de ellos con las fotos de muertos y desaparecidos. Y casi simultáneamente, la asociación de jueces, a la que pertenecen prácticamente tres cuartas partes de los funcionarios judiciales de Chile, pedía perdón porque el sistema judicial no estuvo a la altura en aquellas circunstancias y no defendió adecuadamente a las víctimas de la brutalidad pinochetista.

Esta permanencia de la memoria en Chile tiene mucho que decirnos en El Salvador. Reconocer la dignidad de las víctimas es indispensable en una democracia. Todavía quedan entre nosotros quienes siguen hablando de no reabrir heridas, quienes ponen al frente de sus partidos, al menos en el recuerdo fundacional, a verdaderos violadores de derechos humanos, y quienes mantienen como héroes a militares cuyo uniforme estaba manchado de sangre inocente. El afán chileno de reconocer la verdad y de restituir a las víctimas en su dignidad es una lección de democracia y humanismo. Los jueces que piden perdón a la sociedad por las omisiones institucionales dan un ejemplo de civismo al sistema judicial salvadoreño, tan impregnado del culto a la impunidad y a la corrupción, especialmente en lo que se refiere a los crímenes de la guerra civil.

El recuerdo de las víctimas nos hace siempre más humanos. Despierta en nosotros sentimientos de solidaridad, de misericordia y compasión, de hambre y sed de justicia, de indignación justa contra el abuso y la violencia. Y al mismo tiempo nos compromete a la tarea del nunca más; a desterrar de nuestra historia colectiva la razón de la fuerza y sustituir las relaciones de dominio violento por la fuerza de la razón que habla de la igual dignidad de las personas. El aniversario chileno, que cada año recuerda a las víctimas con mayor intensidad y exige desde la democracia el reconocimiento de una barbarie que no debe ser repetida jamás, contrasta con los esfuerzos de algunos sectores salvadoreños, que desde hace demasiados años viene recomendándonos perdón y, sobre todo, olvido, en franca complicidad con la impunidad de graves violaciones de derechos humanos y sus autores. Recordar a las víctimas en El Salvador es también una manera de avanzar hacia una democracia más digna y hacia un rechazo de la violencia y la impunidad que siguen enlutando y ensombreciendo nuestra historia.

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Anónimo
12/09/2013
05:26 am
es valido preguntarse si la elección de allende hacia peligrar la democracia en chile.
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