Cuestión de armas, problema cultural

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Editorial UCA
17/12/2012

Gran conmoción provocó en el mundo la masacre en la escuela de Newtown, Connecticut, en el noreste de Estados Unidos. 20 niños de entre apenas 6 y 7 años de edad, y 8 adultos muertos fue el resultado del último episodio sangriento de la larga lista de tiroteos ocurridos en centros escolares de la nación norteamericana. Y es que siempre indigna y conmueve que sangre inocente sea derramada por motivos que a simple vista parecen incomprensibles. Como en anteriores ocasiones, el debate posterior a la masacre se ha centrando en la necesidad de hacer más estrictas las leyes para el control de las armas. Este es el reclamo de buena parte de los actores que se han pronunciado luego de la tragedia, dejando casi totalmente de lado que la causa última de la violencia es cultural. La cultura occidental tiene como uno de sus pilares a la violencia.

La inmensa mayoría de películas y videojuegos que consumen los infantes y jóvenes del mundo entero derrochan violencia y acción sangrienta. Además, el prototipo del héroe estadounidense —también exportado hacia nuestros países— usa la violencia como primer —y en la mayoría de los casos, único— recurso en contra de sus antagonistas, entendidos como "los malos". Estados Unidos, la nación en guerra global permanente contra los "enemigos" de su seguridad, considera que los que van al frente de batalla representan el prototipo de ciudadano y rinde los más altos honores a quienes caen cumpliendo al "llamado del deber". De hecho, una de las pocas vías expresas de las que disponen los indocumentados para legalizarse es, precisamente, enrolarse en las fuerzas militares.

La locura homicida del viernes 14 de diciembre es solo una muestra de esta cultura. Teniendo claro que la lucha contra la violencia hay que emprenderla desde sus mismas raíces culturales, hay que reafirmar que una de las medidas inmediatas para reducir este tipo de hechos lamentables es el endurecimiento de los controles para la compra y uso de armas. En Estados Unidos, la legislación al respecto gira en torno a la segunda enmienda, que reza así: "Siendo una milicia bien regulada necesaria para la seguridad de un estado libre, el derecho del pueblo a tener y portar armas no debe ser infringido".

A lo largo de los años, esta parte del texto constitucional ha provocado que EE. UU. tenga la mayor tasa de posesión de armas en el mundo, con un promedio de 88 por cada 100 personas, según un informe de 2007 del Small Arms Survey. En 2011 se estimaba que en Estados Unidos había unos 300 millones de armas en total para una población de 311 millones de personas. Small Arms Survey refleja, además, que con menos del 5% de la población mundial, en Estados Unidos está entre el 35% y el 50% de las armas que poseen civiles en el mundo. Si bien es cierto que el número de armas no está asociado directamente al número de homicidios (Honduras, por ejemplo, solo reporta 6.2 armas por cada 100 habitantes, pero es el país con la mayor tasa de violencia con armas de fuego en el mundo), es innegable que la regulación de las armas es condición de posibilidad para reducir los homicidios.

La muerte sin sentido de los 20 niños en Newton nos remonta inequívocamente al asesinato de cientos de niños salvadoreños durante la guerra y a los que, por ajuste de cuentas entra pandillas o por disputa de los territorios del narcotráfico, han sido víctimas de la violencia irracional en estos tiempos. Al igual que en Estados Unidos, en El Salvador la violencia hunde sus raíces en patrones culturales muy antiguos. En el imaginario popular, la impunidad en la que campean los que han cometido graves violaciones a los derechos humanos solo transmite el mensaje de que triunfa el más fuerte, sobre todo cuando usa la violencia. Pero tanto en Estados Unidos como en nuestro país, el primer paso para luchar contra esa violencia que ciega tantas vidas es controlar o prohibir el uso de armas de fuego. Las autoridades salvadoreñas estiman que en el país existen más de medio millón de armas ilegales, la mayoría en manos del crimen organizado. Además, de acuerdo a las estadísticas, de cada 100 homicidios, más de 80 se cometen con armas de fuego. ¿Qué mejor razón para hacer algo radical en contra del uso de armas en el país? ¿Por qué no se ha hecho aún si varios municipios ya demostraron lo exitoso de esta medida? No actuar contra el comercio y el uso de armas de fuego dejó de ser una opción hace ratos ya.

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Anónimo
17/12/2012
16:29 pm
Corregido, Carmen. Gracias por la observación. Saludos.
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Anónimo
17/12/2012
16:25 pm
Sugerencia: Corregir en la nota el nombre de la ciudad de la masacre. Es "Newtown", no "Newton".
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