Cuestiones pendientes

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Editorial UCA
26/11/2014

En El Salvador tenemos la tendencia a debatir y trabajar lo urgente e inmediato, dejando para después lo estructural e indispensable. No somos el único país que hace eso. Pero así nos luce el pelo. Nos molestamos y ponemos de ejemplo a Honduras, porque tiene un índice de crecimiento en su producto interno bruto mayor que el nuestro, sin caer en la cuenta de las falencias y graves fallos del vecino. Al mismo tiempo, somos incapaces de diseñar un modelo de crecimiento que no cree desigualdad y deje de generar crimen y brutalidad, con mucha frecuencia compañeros de la desigualdad. Hablamos de la carencia de medicinas en los hospitales, pero no nos atrevemos a planificar, de una vez por todas, un sistema de salud único y decente para toda la población. Nos preocupa la economía informal, pero no damos pasos rápidos y eficaces para formalizarla. Todavía hoy los campesinos están, en general, salvo pequeñas reformas, excluidos de la seguridad social.

Discutimos el Presupuesto y cada año se montan diversas trifulcas y acusaciones entre los partidos en torno a la validez del mismo. Pero no avanzamos hacia lo que el país necesita: un verdadero pacto social que incluya metas próximas de educación universal y de calidad, salud para todos, vivienda decente con servicios básicos, trabajo con salario digno, seguridad pública y protección ciudadana. Y se olvida la clave para avanzar en esos temas: lograr un pacto fiscal que permita invertir en la gente. La empresa privada y sus corifeos suele decir que con la austeridad estatal se soluciona todo. Pero lo cierto es que somos un país con una recaudación tributaria insuficiente para satisfacer las necesidades básicas de las personas. Decir que no hay dinero es simplemente falso. Costa Rica ha conseguido sus logros desde unas condiciones parecidas a las salvadoreñas. Y nuestra gente no es menos trabajadora que los ticos. Pero ellos han invertido en la gente, empresa privada incluida, que paga casi el doble de lo que se paga en El Salvador como aporte empresarial a la seguridad social.

Incluso la actual Sala de lo Constitucional cae en ocasiones en este juego de dejar lo importante para después y pelear lo coyuntural con más celeridad. Mientras la petición de declaración de inconstitucionalidad de la ley amnistía de 1993 camina a paso de tortuga, los amparos y peticiones electorales caminan a toda velocidad, aun a riesgo de crear dificultades de última hora en los comicios. Recientemente, uno de los magistrados de la Sala dijo en público que todas sus sentencias estaban inspiradas tanto en la jurisprudencia salvadoreña como en leyes y principios jurídicos reconocidos internacionalmente. Si eso es así, la ley de amnistía cumple todos los requisitos para ser declarada inconstitucional. La Corte Interamericana, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y los tratados internacionales en la materia excluyen de sus preceptos jurídicos ese tipo de amnistías encubridoras de crímenes de lesa humanidad. El insulto y desprecio a las víctimas que esa ley simboliza debería avergonzarnos a todos, incluida la Sala de lo Constitucional.

Muchos piensan que el problema de El Salvador es económico cuando en realidad es político. Se confunde el mundo de lo político con la formalidad de la democracia, que, aunque es importante, no resuelve los problemas desde su raíz. Lo único que marcará un camino de solución es validar la igual dignidad de la persona en las decisiones políticas, en vez de hacerlo solo en las declaraciones y el papel. Hacerlo requiere romper, de una vez por todas, esa manía de estratificar los derechos humanos dándole oficialmente más derechos a unos que a otros en la salud, la vivienda, la educación y el salario mínimo. Cambiar esa situación miserable requiere voluntad política en el Gobierno, responsabilidad en la ciudadanía, visión de futuro en la empresa privada y aceptar un pacto fiscal en el que todos pongamos la respectiva cuota de esfuerzo para que se pueda invertir en la gente y se puedan universalizar los derechos fundamentales de los salvadoreños. Y esto, por supuesto, aportando más los que tienen más.

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Anónimo
30/11/2014
02:41 am
Debrucei-me sobre um livro que escrevo e que se passa em El Salvador de 1979-1985. Romance e preciso de mais detalhes sobre certos fatos históricos e da vida doméstica de Dom Romero. Alguém poderia me ajudar e responder algumas perguntas?
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Anónimo
26/11/2014
10:40 am
Asi es, todos los actores politicos deberían de dejar de una vez por todas sus intereses particulares y partidarios y trabajar con visión de país, pero nosotros como ciudadanos, que podemos hacer en concreto para que esto suceda, ademas de informarnos y denucniar la corrupción tanto en las empresas como en el estado?? es urgente organizarnos y velar por el cumplimiento de pactos fiscales, reformas a los salarios, seguridad, en fin tantas necesidades, pero adonde? como? quien ?
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