Las estadísticas sobre nuestro país hablan de altos niveles de vulnerabilidad, de aguda contaminación en las aguas de nuestros ríos y lagunas, de imparable e indiscriminada deforestación, de la existencia de cientos de basureros ilegales... Datos que apuntan a una conclusión: la vida humana será cada vez más difícil en El Salvador debido al deterioro del hábitat.
Por muchos años, los seres humanos hemos vivido sin tener conciencia de que nuestro planeta debe ser cuidado. Por muchos años hemos vivido provocando destrozos que hoy ya son irreparables. Quizás el impacto más evidente y más conocido de esta actitud social es el llamado cambio climático.
Aunque el cambio climático es evidente y la Tierra entera está ya padeciendo sus consecuencias, muchos defienden que es una invención de los ecologistas y de mentes catastrofistas que no confían en la capacidad del ecosistema para renovarse. Contrariamente a estas posiciones, centenares de científicos han demostrado que el cambio climático es una realidad y que si la humanidad no toma drásticas medidas para detener este fenómeno, se llegará a una situación límite que pondrá en serias dificultades la posibilidad de vida sobre el planeta.
Desentenderse de la responsabilidad que todos los países tienen en el cambio climático sería un grave error. Como grave es desentenderse de la responsabilidad que tenemos en la destrucción medioambiental de nuestro propio país. Si destruimos nuestra casa, ¿cómo podremos vivir en ella? Cuatro son los daños que estamos causando a nuestro ecosistema: la contaminación del aire, la destrucción de los bosques, la contaminación de las aguas de los ríos y lagunas, y la contaminación de los suelos. Comentemos brevemente los dos primeros.
La contaminación del aire se debe principalmente a las emisiones de monóxido y dióxido de carbono en las fábricas, las quemas que realizan los agricultores y la combustión de los vehículos. La falta de normativas y, sobre todo, de controles que exijan el cumplimiento de las mismas permite que las emisiones de gases contaminantes estén fuera de control y sean muy abundantes. En los últimos años, el parque vehicular nacional ha crecido exponencialmente, aumentando con ello en la misma medida la contaminación ambiental. Nadie controla la emisión de gases de los vehículos. Las prórrogas que año con año dan los diputados al retiro de los buses con más de veinticinco años de operación son un golpe mortal al medio ambiente, además de poner en alto riesgo la vida de los que utilizan el transporte público.
La destrucción de los bosques no es menos grave. En primer lugar, porque los bosques son generadores de vida, producen oxígeno y agua. Actualmente, en El Salvador la deforestación se debe principalmente a la urbanización: se talan bosques enteros para dejar espacio libre para viviendas de lujo.
La imposible aprobación de una ley de ordenamiento territorial y la corrupción que siempre ha caracterizado al proceso de obtención de los permisos de urbanización y construcción están causando un daño irreparable a nuestros bosques y a las fuentes de agua. En este sentido, desentrampar y aprobar la ley de ordenamiento es fundamental; constituye una verdadera apuesta para no seguir destruyendo El Salvador y garantizar que en el futuro se pueda seguir viviendo en este pequeño país.
En la destrucción de los bosques que rodean a las grandes ciudades están en juego los intereses de los propietarios y de las inmobiliarias, que con el fin de obtener altas ganancias ponen en riesgo la vida de todo un pueblo. Sus principales aliados son los alcaldes, que ven en este proceso de urbanización un modo de obtener más fondos para sus municipios y para sus bolsillos, sin importarles que con ello se destruya el propio municipio y se ponga en riesgo el futuro de su gente.
Nuestro país requiere de políticas que garanticen el cuido y la protección de los bosques existentes, y de mano dura para que las mismas se respeten. Pero no basta con esto; es necesario también que se promueva la reforestación con decisión, pues todavía es posible llevar adelante acciones que devuelvan a nuestro país parte de los bosques que se han destruido. Dentro de unos años, esto ya no será posible porque el cambio climático lo impedirá.
Para detener el daño que estamos causando al medio ambiente en El Salvador se requieren posturas decididas y conscientes, tanto entre los políticos como en la población en general. Se requiere también que desde las escuelas se ofrezca una formación adecuada, que estimule el amor a nuestro hábitat y se promuevan formas de comportamiento que lo respeten y cuiden. Se requiere, sobre todo, que se detenga a los depredadores y que sus intereses mezquinos no puedan pasar por encima del bien común.