De nuevo la corrupción

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La semana pasada, Transparencia Internacional ofreció su análisis sobre la percepción ciudadana de corrupción en la mayoría de los países del mundo. En el caso de El Salvador, los resultados no han sido positivos. Desde hace cinco años, la ciudadanía salvadoreña no percibe prácticamente cambios. Lo menos que se puede decir es que no hemos avanzado en la lucha contra la corrupción. Al contrario, hay indicios que hacen pensar que ésta ha crecido. El posible caso de corrupción en la Fiscalía General de El Salvador, al pagar alquileres desproporcionados por el edificio central de la misma, no ayuda a mejorar las cosas.

La corrupción entre nosotros, además, adopta una serie de modalidades vinculadas a la debilidad de nuestras propias instituciones. La lentitud, y a veces la complejidad burocrática, se presta a que el dinero de la coima y el soborno acelere y facilite procesos. En estos últimos cinco años, durante los cuales no hemos avanzado en la lucha contra la corrupción, la propia Corte Suprema de Justicia hizo más difícil analizar las cuentas bancarias de los gobernantes que dejan el poder. Cuando en medio de las acusaciones populares de corrupción a los gobernantes lo lógico sería facilitar la claridad en el examen e investigación de sus posesiones, la Corte eligió el camino contrario.

Y es que hay un problema de fondo grave: la cultura de que el poder da privilegios sigue presente entre nosotros. Las recomendaciones, el amiguismo, el caer bien a quien tiene más poder siguen siendo criterio para muchos modos de actuar, especialmente en la burocracia estatal. Entre creerse con más derechos a privilegios y dar el salto a la corrupción hay muy poca distancia. Y más cuando las propias instituciones están plagadas de amigos dispuestos a interpretar las leyes favorablemente al que manda. Frente a esta realidad, no hay oídos para escuchar lo obvio: la corrupción empobrece a los países, impide el desarrollo y rompe la cohesión social al tiempo que invita a la delincuencia creciente en todos los niveles.

Tenemos un nuevo quinquenio por delante. La lucha contra la corrupción debe ser ahora una constante. No podemos ni debemos esperar otro quinquenio para que Transparencia Internacional nos diga lo mismo. La racionalización de la normativa y el fortalecimiento de las instituciones son pasos indispensables. Como lo es también la aprobación de la ley de transparencia y acceso a la información pública, que ya está en discusión en la Asamblea Legislativa. No hay razones para que los procesos contra la corrupción se detengan.

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