En el país, hay medio millón de jóvenes de entre 12 y 18 años de edad sin escolaridad. Para dos millones de niños de entre cero y seis años, que deben ser tenidos en cuenta educativamente, había hace muy pocos años un presupuesto de 500 mil dólares; veinticinco centavos por niño. La secundaria la termina solo el 40%. Si quisiéramos cubrir estas brechas educativas tan graves; ampliar el número de institutos de secundaria; arreglar los techos, ventanas, paredes y servicios sanitarios de multitud de escuelas; y mejorar los salarios de los maestros a fin de hacer justicia a la profesión, nos encontraríamos con una tarea cuyo coste se puede cifrar en 11 mil millones de dólares. Si nos propusiéramos cumplirla en diez años, habría que subir el presupuesto de Educación en 1,100 millones cada año, sobre los 940 millones actuales. Además, si quisiéramos universalizar la educación desde los cero a los 18 años con calidad para el año 2030 (el horizonte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible), habría que sumar al presupuesto anual para el rubro 730 millones.
Los números son duros. Siendo un país con relativamente pocos recursos, nos cuesta trabajo hacernos cargo de la magnitud de este desafío educativo. Pero no es inteligente acercarse al tema pensando en la dificultad de conseguir el dinero; hay que hacerlo desde la voluntad de convertir a El Salvador en un país desarrollado o, en su defecto, dejarlo como está, con graves problemas económicos, políticos y sociales. Y no es que la educación sea el remedio automático para todos los males. Pero sin ella no habrá futuro diferente al actual, plagado de dificultades que hacen sufrir a muchos salvadoreños y de las que con tanta facilidad nos quejamos otros, sin poner el más mínimo esfuerzo racional para solucionarlas efectivamente en el mediano plazo. No se podrá hablar de un El Salvador desarrollado y justo si no entramos en este tema, si no lo debatimos racionalmente, si no le damos la urgencia y el apoyo financiero que necesita.
Recientemente surgió en la sociedad civil un movimiento que pretende impulsar que el 6% del Presupuesto General de la Nación sea otorgado a Educación. Es un avance. Aunque ese porcentaje venía manejándose en círculos de técnicos, no había salido todavía como propuesta ciudadana. Cuanta más gente se sume a esta plataforma o a la idea misma, más fácilmente se avanzará hacia una educación de calidad y universalizada. Como siempre, los partidarios de no hacer nada dirán que hay que tener cuidado, que no hay garantías de que el dinero se use bien, que es mejor ir poco a poco. Por supuesto, toda inversión debe ser auditada adecuadamente y supervisada por la sociedad civil, pero no es útil empantanarse en precauciones.
Mientras los países desarrollados tienen universalizada la educación de los cero a los 18 años, nosotros pretendemos alcanzarlos con educación primaria deficiente (el único nivel universalizado), con bachilleratos que solo atienden al 40% de los jóvenes en edad de cursarlos (bachilleratos inequitativos y muy desiguales en cuanto a calidad) y con poco acceso tanto a la educación parvularia como a la universitaria. Prometer desarrollo en estas circunstancias equivale a mentir. El Gobierno actual ha hecho evaluaciones serias de las deficiencias existentes. Las quejas y reflexiones sobre la problemática educativa son socialmente relevantes. Pero es necesario dar el salto a la inversión en educación. Un salto que es tarea de todos, que involucra a la sociedad entera y que debe estar siempre en la agenda pública.
Reforma tributaria con fijación de aportes específicos para la educación, mejor colaboración entre el sistema educativo nacional y el que administran Iglesias e instituciones privadas, y reformas en la formación de los maestros, fijando especializaciones y estimulando la profesionalidad del enseñante, son, entre otros, pasos indispensables para subsanar las terribles carencias educativas que nos mantienen estancados. Pero esto no se hará sin diálogo y sin que la sociedad sea consciente de la importancia de la educación a todo nivel. Insistir en el tema es la mejor manera de avanzar.