La más reciente encuesta del Iudop, presentada en conferencia de prensa esta semana, profundiza en los motivos que llevaron a los salvadoreños a votar del modo en que lo hicieron en las pasadas elecciones presidenciales. La investigación aporta interesante información, que puede resumirse así: lo que más desea la ciudadanía es un cambio y ese anhelo explica la elección de Nayib Bukele como presidente de El Salvador.
El estudio muestra una desafección creciente respecto a los partidos políticos tradicionales. En el caso de Arena, el 82.6% de los encuestados dijo sentirse distante o muy distante del partido; un 86.9% en el caso del FMLN. Al explorar las razones de este distanciamiento, el resultado es dramático: el 86.6% tiene poca o ninguna confianza en los partidos políticos, el 80% no se siente satisfecho sobre cómo estos funcionan y el 81.4% considera que son poco o nada transparentes. Además, el 78.5% considera que los partidos políticos representan poco o nada los intereses de los ciudadanos, un 81% afirma que sus acciones le benefician poco o nada, el 84.1% que no defienden los derechos de la población y, más grave aún, el 81.3% considera que los partidos respetan poco o nada la Constitución de la República. Estas valoraciones tuvieron un gran impacto en la decisión electoral.
De este descalabro tendrán que rendir cuentas quienes han dirigido a los partidos políticos a lo largo de las últimas décadas. Ellos son los únicos responsables de que la población tenga esta percepción tan negativa de la política, y con ello han hecho un gran daño a la democracia: han debilitado uno de sus pilares esenciales, los partidos políticos y la credibilidad en los mismos. No es de extrañar, entonces, que casi la mitad de los encuestados (48%) señale que es posible que exista una democracia sin partidos. Ahora bien, pese a que Nayib Bukele participó en las elecciones desde un partido desprestigiado, es considerado parte de Nuevas Ideas, del que todavía no se tiene referencias. Y es visto como alguien independiente.
Desde la alcaldía de Nuevo Cuscatlán, primero, y la de San Salvador, después, Bukele mostró independencia del FMLN: nunca usó el color rojo ni los símbolos del partido, no siguió los dictados de los líderes efemelenistas y criticó en varias ocasiones al instituto. Esa trayectoria explica que gran parte de la sociedad lo vea como un político que se separa de los partidos y que así como se enfrentó con el FMLN, no se dejará manipular por GANA. Esto engancha con el hecho de que, a la hora de votar, más de tres cuartas partes de la población tuvo más en cuenta al candidato que al partido; solo una quinta parte procedió de manera contraria. Las principales razones que aducen los votantes de Bukele para justificar su voto son cinco: un deseo de cambio en el país (40.7%), las propuestas del candidato (14.8%), el candidato en sí mismo (13.6%), la novedad (10.5%) y la desconfianza hacia Arena y el FMLN (7.4%).
Muy similares son los motivos por los que la gente que antes votaba por el FMLN y Arena (65.3%) les dio la espalda en 2019. Este grupo afirmó haber cambiado su voto en estas elecciones respecto a las anteriores por un deseo de cambio para mejorar —algo que pasa por acabar con la corrupción—, por el incumplimiento de promesas y el mal gobierno, así como por la desconfianza y el cansancio hacia los que han gobernado en los últimos 30 años. El estudio también señala cierta coincidencia entre la ideología de la gente y la del presidente electo. El 53% de las personas entrevistadas considera que Bukele es de centro izquierda, centro o centro derecha, lo cual coincide con el lugar en el que se ubica en promedio la población salvadoreña: el centro derecha. En esta línea, es muy posible que la insistencia del FMLN de presentarse como el único partido de izquierda del país le haya afectado negativamente, dado que cada vez son menos los salvadoreños que se ubican en esta parte del espectro ideológico.
A pesar del importante apoyo con el que cuenta el presidente electo, la encuesta del Iudop muestra que un 47.1% se siente distante de él, frente al 45.6% que expresa cercanía. En la misma línea, un 36.7% de los entrevistados manifestó tener poca o ninguna confianza en Bukele. En este marco, al presidente electo le toca enfrentar la nada sencilla tarea de no defraudar las enormes expectativas de la población y ser un actor de cambio que represente los intereses ciudadanos. Intereses que los salvadoreños han manifestado con claridad: resolver el problema de la delincuencia y la seguridad, mejorar la economía y generar empleo, mejorar la educación y la salud.