En tiempo de Navidad, lo que más desean las familias es disfrutar de unos días de paz y seguridad. Y en El Salvador, la seguridad es una de las más sentidas demandas de la población. Los altos índices de homicidios, violencia, hechos delictivos e inseguridad ciudadana han llevado al hastío y al deseo de seguridad a cualquier precio. El último sondeo del IUDOP revela que por cada salvadoreño que cree que la delincuencia disminuyó en 2012, otros dos piensan que aumentó. Lo mismo ocurre con el narcotráfico: por cada salvadoreño que cree que su presencia en el país disminuyó, otros tres consideran que actualmente el narcotráfico está más presente. Estas apreciaciones de la población encuentran asidero en las recientes confiscaciones de droga realizadas por la Policía.
Poca duda cabe ya de que El Salvador es punto de paso de la droga hacia el Norte; ya la PNC conoce muy bien cuáles son las principales rutas del narcotráfico y el modo de operar de los narcotraficantes. Por ello, las confiscaciones deberían ser mucho más frecuentes y cuantiosas, pero el poder del narcotráfico es grande: compra voluntades y evade controles. Y el problema se agudiza para nosotros en la medida en que cada vez se queda más droga en el país y con ello aumenta paulatinamente el consumo de estupefacientes, lo que también lleva asociado un incremento del accionar delincuencial y, por tanto, una disminución de la seguridad ciudadana.
El problema de la seguridad sigue, pues, siendo importante para la gente; aunque haya disminuido considerablemente el número de homicidios, la población no se siente segura. El 56.7% considera que los planes de seguridad gubernamentales no están dando resultados, el 60.4% piensa que no se ha controlado la actividad delictiva en los penales y el 66.4% no cree que la tregua entre las pandillas esté reduciendo la delincuencia. Durante 2012, una quinta parte de los encuestados fue víctima de un hecho delictivo. De ellos, más de la mitad, casi el 60%, fue víctima de robo y el 22% sufrió extorsión. Así, el delito más común es el robo, seguido de la renta y de amenazas.
Difícilmente se podrá avanzar en los niveles de seguridad si no se camina hacia una sociedad más equitativa y justa, que dé las mismas oportunidades a toda la ciudadanía. Aquellos que por un lado reclaman seguridad y por otro fomentan la desigualdad y niegan oportunidades de vida digna a la mayoría de la población contribuyen a generar mayor inseguridad. En un país como el nuestro, la seguridad solo se puede lograr una de dos vías: la dictadura o un crecimiento económico sostenido que incorpore a toda la población en la vida económica y social. Este último es el camino que debe elegir El Salvador, y no debemos cesar el empeño en ello.
A pesar de las declaraciones y la propaganda institucional que afirman que ya no somos el país más violento del mundo ni el más vulnerable, la gente común y corriente sigue viviendo con gran inseguridad. Los niveles de violencia y vulnerabilidad llegaron a ser tan extremadamente altos que su disminución, por importante que sea, todavía no es suficiente para garantizar la paz ciudadana. La importante y feliz disminución del número de homicidios a lo largo de 2012 es sin duda un avance hacia un El Salvador más seguro. Según las cifras oficiales, la tasa de homicidios ha disminuido en un 60%, y ello se atribuye a la tregua entre las dos principales pandillas. Pero esta tregua no genera confianza entre la población, pues solo uno de cada diez salvadoreños dice tener algo o mucha confianza en ella. Además, la mitad de la población está convencida de que el Gobierno ha intervenido en el proceso para alcanzarla, cediendo en aspectos importantes que a la larga traerán más inseguridad al país. Esperamos que en 2013 todo lo relativo al proceso de negociación con y entre las pandillas se aclare de una vez por todas, y se corrijan los errores que se hayan podido cometer en el marco de la tregua, que, a nuestro juicio, no solo tiene como protagonistas a las pandillas, sino también al crimen organizado. Deseamos que, sin que se hipoteque el futuro, tanto los homicidios como los hechos delictivos sigan disminuyendo el próximo año, mientras se va avanzando hacia una sociedad más segura, pero también más justa y equitativa.