En general, los balances de 2014 realizados por los medios de comunicación son poco satisfactorios. Para los grandes medios alineados sin reservas con la derecha política, prácticamente no hubo nada positivo, sobre todo en lo referente a la gestión del Ejecutivo. En cambio, para los que defienden también sin tapujos el desempeño del Gobierno, pareciera que en el país solo hubo cosas buenas y el optimismo es desbordante para este año. En realidad, ambos grupos dicen algo de verdad, pero también mienten al ocultar facetas de la situación salvadoreña. Hacer el balance de un año entero, de sus principales coyunturas, dinámicas y procesos, no deja de ser pretencioso, y hacerlo pensando más en perjudicar o beneficiar de cara a unas elecciones es un ejercicio de grave deshonestidad con la realidad.
Con el ánimo de ver hacia adelante, a continuación bosquejamos algunas de las más sentidas aspiraciones del pueblo salvadoreño, emanadas de los datos de las encuestas realizadas por el Iudop en 2014, y también algunas grandes interrogantes de cara al año que recién inicia. En primer lugar, si algo anhelan los salvadoreños es vivir en paz. Una paz que se traduzca en tranquilidad en cada barrio y colonia, en sentirse seguro en el trabajo, en la escuela y en la calle, en cualquier lugar y a cualquier hora. Muy probablemente, vivir con seguridad es la primera aspiración del pueblo salvadoreño en 2015. En segundo lugar, hay una apremiante aspiración de que se genere empleo, el mayor número de puestos posibles, con estabilidad laboral, con salarios dignos para los trabajadores, tanto de la ciudad como del campo. Una tercera aspiración es que la migración se convierta en una opción y deje de ser una obligación para muchos compatriotas. Soñamos con que los niños se reúnan con su núcleo familiar en condiciones de seguridad y de legalidad.
En cuarto lugar, mucha gente aspira a que la impunidad deje de ser la nota distintiva del sistema de administración de justicia en el país y que, por fin, se reconozca la verdad sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos antes, durante y después de la guerra. Hay hondo deseo y convicción de que la justicia por fin llegará, se dignificará a las víctimas de la violencia y la injusticia, y de que los victimarios serán reconocidos como tales públicamente. En quinto lugar, el pueblo salvadoreño desea y merece tener funcionarios públicos que entiendan la política como una plataforma de servicio, especialmente para los más necesitados, no como una vía para el beneficio propio y la defensa de los intereses de élites políticas y económicas. Finalmente, sin lugar a dudas, otra profunda aspiración ciudadana es contar con sistemas de salud y de educación de calidad y eficientes. Que la salud y la educación públicas dejen de ser la única opción para el que no puede pagar por servicios privados, sino que se identifiquen por la mejor atención, por la calidad del servicio.
Por otra parte, 2014 nos deja grandes preguntas que aún no han tenido respuesta; algunas quizás nunca la tendrán. ¿Cuánto costará el pasaje del Sitramss? ¿Funcionará a la altura de las necesidades y expectativas de la población? ¿Cuándo presentará el Gobierno su plan quinquenal? ¿Qué será más decisivo en las próximas elecciones municipales y legislativas: la feroz campaña de los grandes medios de derecha empeñados en hacer fracasar la gestión de Sánchez Cerén o los propios errores y omisiones que cometa el Ejecutivo? ¿Se hará justicia en el caso de Francisco Flores? ¿Cumplirá el Fiscal General con su misión de defender los intereses del país y no los de sus antiguos clientes y allegados? ¿Cuántos casos más de corrupción y de exguerrilleros convertidos en empresarios se conocerán antes del 1 de marzo? Y la duda que tiene más mordiente de transformación: ¿tomará la administración de Sánchez Cerén la decisión de implementar medidas que apunten a cambios estructurales en educación, salud, justicia tributaria, dignificación de las víctimas y equidad salarial?