En una campaña electoral, por lo general, si una encuesta favorece a un partido o candidato, se la alaba; si no, sus resultados se desmeritan o, cuando hay un poco de sensatez, se relativizan recurriendo al argumento de que sondeos propios dicen lo contrario. Y cuando prácticamente todas las encuestas marcan la misma tendencia, como es el caso de la presente contienda, entonces se buscan otros medios para que las cuentas resulten favorables. Los políticos, pues, utilizan o desechan encuestas a conveniencia. Lo que nunca terminan de entender o asumir es que los sondeos de opinión no son predicciones, sino una medición de la percepción ciudadana en un momento específico.
Actualmente, quienes no se ven favorecidos en las encuestas acuden a dos recursos. El primero, los números de las últimas elecciones, a partir de los cuales hacen cuentas alegres. Los que van en coalición suman los votos que obtuvo cada una de los partidos que la conforman y comparan ese total con el de sus contrincantes. Y así concluyen que el 3 de febrero obtendrán una victoria inobjetable. En esa línea, algunos articulistas que se pretenden neutrales pronostican, según esos cálculos, el gane de Carlos Calleja y Carmen Aída Lazo.
El segundo recurso es apoyarse en la premisa de que los votos de Nayib Bukele, en su inmensa mayoría, provendrían de exvotantes del FMLN. Desde esta perspectiva, la victoria de Bukele solo sería posible con la muerte política del FMLN. Hay muchos casados con este argumento. A tal grado que incluso detractores implacables de los Gobiernos efemelenistas resaltan ahora virtudes y logros de estos con tal de lastrar a Bukele. Ante la amenaza que les representa el candidato de GANA, rescatan los aportes del partido de izquierda. Pero haciendo eso terminan uniendo extremos y le dan la razón a quien acusan a Arena y al FMLN de ser la misma cosa.
Los politólogos y analistas que sacan conclusiones en base a los cálculos anteriores olvidan o quieren olvidar que en política 2 + 2 no siempre son 4; en esta dimensión, nada está escrito. El factor vital que decidirá esta elección no es la recuperación o caída del FMLN, como se ha dicho, sino la acumulación de cansancio y desesperanza. Esto es realmente lo que hace novedosas las elecciones del 3 de febrero. El desencanto de una población cansada de esperar, harta de promesas que nunca se cumplieron y, sobre todo, empachada de una corrupción que mató la credibilidad de Arena y el FMLN.
Las encuestas revelan que ese desencanto hace querer algo distinto, sin importar su viabilidad o idoneidad. Por ello, los planes y propuestas han pasado a un segundo plano. Por lamentable, triste o desconsolador que parezca, esta es la realidad en la actual coyuntura. La amplia preferencia ciudadana por Bukele reflejada en las encuestas es imposible de explicar sin la migración de votos no solo de la izquierda, sino también de la derecha. Los responsables de esta situación son los que no supieron responder a las necesidades y expectativas de la población. Ellos erigieron el ídolo a cuya sombran desesperan.