Discurso idolátrico

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Editorial UCA
27/11/2023

Hace ya casi 50 años, monseñor Romero hablaba de las idolatrías que empujaban a El Salvador hacia una guerra civil; se fijaba sobre todo en la riqueza, el poder y la organización absolutizadas. En la actualidad, los poderes que gustan apoyarse en idolatrías, que en muchos sentidos continúan siendo las mismas de las que habló nuestro santo, han desarrollado un potente discurso dedicado a sembrar el convencimiento de que hay personajes a los que conviene servir. Dado que los seres humanos nos comunicamos por signos llenos de simbolismos, es fácil convertir tanto imágenes como personajes en objetos de veneración. La raza, la fuerza, el orden y la nación pueden fácilmente servir de ropaje de un líder agresivo y opresor que actúa contra aquellos que no se integran en los principios e ideas diseñadas desde el poder. El odio a los judíos o a los musulmanes, a los migrantes, a los pobres o a quienes son diferentes tiene como base ideas afincadas en simbolismos. Y ese odio se hace presente a través de personajes que se valen de una racionalidad impuesta.

En El Salvador se ha desarrollado en los últimos años un discurso idolátrico. La gente estaba harta de la falsa racionalidad de los que antes eran poderosos y que hablaba de normas, igualdad, derechos humanos, democracia, etc. Las palabras utilizadas en política, que se presumían racionales, decían muy poco a las mayorías porque no eran coherentes con la realidad. Surgió, entonces, la idea de ofrecer símbolos y concretarlos en una sola persona. Alguien joven, con imaginación, eficaz, que brinda resultados, fuerte, que puede sentar a oligarcas y a militares, y que no le tiene miedo a nadie, ni siquiera a Estados Unidos. Alguien que manifiesta con frecuencia su fe en Dios y que se siente su profeta. La propaganda dio resultado, porque, en medio de las dificultades del diario vivir, todo el mundo necesita creer en algo. Además, aunque una minoría vea todo en negro, cualquier Gobierno tienen acciones buenas y malas. Y el actual ha sido experto en resaltar lo que hace bien y convertir los errores en necesidades.

¿Qué hacer para salir de las idolatrías y construir una racionalidad no floja o hipócrita como la de antes, sino con capacidad de hacerse cargo de una realidad injusta que debe ser transformada? Lo primero, reconocer que los fallos del pasado nos han llevado a la situación actual, edificada sobre emociones, imágenes y esperanzas sin base objetiva. Y lo segundo, diseñar proyectos de futuro racionales que enfrenten seriamente la pobreza y la desigualdad, y que apuesten por un desarrollo inclusivo y una institucionalidad robusta que en verdad sirva a la gente. Seis partidos acudirán a las próximas elecciones y ninguno dispone de un proyecto de ese tipo; solamente la sociedad civil tiene una palabra crítica. El resultado electoral se perfila con mucha claridad debido a que cinco partidos débiles, sin proyecto claro y sin imagen carismática, compiten con uno fuerte, que controla todos los aparatos del Estado. De muy poco sirven los discursos moralistas de la oposición partidaria si no hay proyectos racionales y claros. Acercarse un poco más a la sociedad civil, dialogar con ella, les vendría bien a todos, tanto a los que no tienen imagen y son débiles como al que tiene una imagen prefabricada fuerte y crece a expensas de un ubicuo discurso idolátrico.

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