Diversificar las apuestas

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Editorial UCA
23/06/2013

Desde hace años, los tomadores de decisión en El Salvador buscan un sector productivo que sea insignia del país y motor que dinamice nuestra maltrecha economía. De algún modo, se quiere repetir el modelo de desarrollo del pasado, en el que un único rubro productivo empujaba la economía. Así ocurrió con el añil y el café, pero ambos tuvieron sus momentos de esplendor y de ocaso. Ninguno logró empujar al país hacia un verdadero desarrollo; tampoco aportaron crecimiento significativo ni crearon empleos suficientes y de calidad. En términos generales, solo un pequeño sector de la población se benefició de esos rubros. Los comerciantes de añil, los dueños de las fincas cafetaleras, los exportadores del grano efectivamente lograron a título personal la acumulación de capital esperada, pero sin que ello supusiera una mejora en la calidad de vida de la mayoría.

Hoy se plantea que el sector que puede contribuir al crecimiento económico es el logístico, y por ello la apuesta sería convertir a El Salvador en un centro logístico, que llegaría a su pleno funcionamiento en 2030. La idea no es nueva; de algún modo, ya antes se intentó sin éxito ponerla en marcha. Taca pretendió convertir el aeropuerto en un enlace internacional de paso obligado, tanto para viajar entre las distintas capitales centroamericanas como entre Norteamérica y Sudamérica. Además, se construyó el puerto de La Unión y se habló de conectarlo mediante un canal seco con Puerto Cortés, en Honduras. No es necesario abundar en el fracaso del puerto de La Unión, que lleva varios años terminado y sin uso. Del canal seco, no hay señal alguna, aparte de que su viabilidad ha sido muy cuestionada. Y haber concedido a Taca el uso preferencial del aeropuerto solo ha supuesto el encarecimiento del precio de los vuelos que salen de El Salvador y la consolidación de su monopolio a nivel centroamericano. No obstante estos fracasos, es posible que con mejor planificación y gestión El Salvador pudiera convertirse en un eficiente centro logístico, pero lo que no es seguro es que eso vaya a resolver los problemas de la economía.

La historia enseña que, salvo muy raras excepciones, no se alcanza el desarrollo a base de impulsar un único proyecto, rubro o sector económico. Para que crezca de forma segura y continua, una economía debe estar lo más diversificada posible y debe abarcar el mayor número de sectores productivos. De lo contrario, aumenta la dependencia y, lo que es peor, la desigualdad. Cuando las autoridades y las élites económicas impulsan el crecimiento de un único rubro, lo hacen a costa del resto. Aunque el rubro escogido produzca riqueza abundante, el resultado total en la economía es un escaso o nulo crecimiento. Además, la creación de nuevos empleos en el sector priorizado suele ir acompañada de la pérdida de puestos de trabajo en los sectores tradicionales. Y no hay que ir muy lejos para encontrar ejemplos. Durante los Gobiernos de Arena, se tomó la decisión de que El Salvador se convirtiera en un centro de servicios de exportación. Y al ser esa la apuesta, se abandonó totalmente la producción agrícola y el campo, donde se perdieron miles de empleos que no lograron compensarse con los creados para los servicios de exportación. La apuesta fracasó y el país aumentó como nunca antes en los índices de desigualdad.

No es que se esté en contra de que El Salvador sea un centro logístico. Si hay capacidad para hacerlo bien, si no se otorga ningún privilegio a ese sector por encima de los demás, si la apuesta no supone la creación de monopolios, si se exigen salarios decentes, si no hay exoneración de impuestos, es probable que se aporte al crecimiento económico y a la generación de empleos como los que el país necesita. Sin embargo, no se deben dejar de lado otras apuestas que amplíen la diversificación de la economía y que generen empleos para la mayoría de la población. Hay que apostar con el mismo empeño para que El Salvador sea un productor de alimentos básicos y procesados, de productos artesanales tradicionales, de prendas de vestir y de calzado, de servicios turísticos sostenibles y de calidad, de materiales de construcción, de software de alto nivel y de todo lo que ya produce con éxito, aunque sea en pequeña escala. Estos rubros merecen ser apoyados con la misma decisión que la creación de un centro logístico.

El desarrollo de El Salvador con equidad social y sustentabilidad ambiental solo se podrá lograr potenciando a todos los sectores económicos que han mostrado alguna viabilidad. Potenciarlos —lo que supone brindar una educación universal de calidad—, darles los elementos técnicos que les permitan mejorar su productividad y dotarlos de la capacidad para competir en el mercado nacional e internacional, es apostar por una economía diversificada y con posibilidades reales de crecimiento. Esto no requiere de grandes inversiones, sino de una multitud de pequeñas —e incluso muy pequeñas— inversiones. Y sería a la vez una apuesta por una verdadera democracia económica, que no concentra la riqueza en un pequeño grupo de la población, sino que la distribuye entre la mayoría. Este es el camino del desarrollo que queremos para El Salvador.

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