Al publicarse los primeros datos sobre la economía en 2013, se constata, una vez más, que El Salvador cerró el año con bajo rendimiento. Aunque algunos analistas y medios de comunicación han querido presentar esto como el resultado de las políticas del Gobierno de Mauricio Funes, los estudios más serios señalan que la economía salvadoreña está en crisis desde hace décadas. El informe de desarrollo humano del PNUD de 2010 mostraba de forma fehaciente que el bajo crecimiento económico es un problema endémico de El Salvador. A lo largo de los últimos 70 años, el país ha tenido un desempeño mediocre en términos económicos y sociales; en las últimas cinco décadas, la economía apenas creció en promedio el 2.76% anual, y en los últimos nueve años ha tenido el menor crecimiento en la región centroamericana.
Lejos de revertir esa dinámica, los Gobiernos de Arena la agudizaron: sus políticas condicionaron la economía y han dificultado su crecimiento. Arena optó por que la economía nacional fuera muy dependiente de la internacional, especialmente de la estadounidense, y por ello El Salvador sintió con más fuerza que ningún otro país centroamericano los efectos de la crisis financiera internacional de 2008. Esta fue la voluntad de los que nos gobernaron durante 20 años. Al imponer el modelo neoliberal, dejaron a la economía en situación de gran vulnerabilidad, causándole daños a largo plazo, con consecuencias muy negativas, en especial para las grandes mayorías del país; efectos que no se han podido reparar en los últimos cuatro años.
Ciertamente, el Gobierno actual no ha podido revertir esta situación de manera sostenida, pero no debe perderse de vista que ninguna de las administraciones de Arena fue capaz de generar el crecimiento económico que el país necesitaba. Muchas de las medidas tomadas en tiempos de Arena sentaron las bases de un modelo económico que no funciona y cuyo cambio requerirá de más tiempo que un período presidencial. Esta constatación, sin embargo, no excusa al Gobierno actual de su responsabilidad. También la administración Funes ha cometido errores importantes en materia económica, pero para una valoración justa no puede dejarse a un lado la difícil situación a nivel internacional y la desventaja de nuestra economía frente a la de los países vecinos.
La dolarización convirtió a El Salvador en un país caro, sin que se hayan visto las prometidas mejoras y ventajas que la medida traería. Además, los tratados de libre comercio, suscritos con la intención de dinamizar la economía, han tenido un efecto contrario al proclamado por sus defensores. Los tratados abrieron la economía salvadoreña al mundo, pero no para favorecer las exportaciones e incrementar la producción nacional, sino para favorecer las importaciones y el consumo de productos traídos del exterior. En consecuencia, El Salvador tiene una balanza comercial cada vez más deficitaria. Los tratados tampoco han abonado al desarrollo de la industria ni han favorecido la creación de puestos de trabajo.
La negativa empresarial y de la derecha salvadoreña a negociar un pacto fiscal ha impedido disponer de los recursos para la inversión social, necesaria para beneficiar a la gente y camino principal para la equidad y el desarrollo humano. La insuficiente inversión en educación, por ejemplo, es una de las limitaciones más importantes para el desarrollo. Y nuestro país se distingue por una baja inversión educativa, lo que nos pone en clara desventaja respecto a la mayoría de países latinoamericanos, que en promedio invierten en el rubro casi el doble que El Salvador.
La transformación de la economía salvadoreña no depende exclusivamente del Gobierno ni es tarea de corto plazo; requiere de un esfuerzo colectivo y continuado, de un claro y consensuado plan nacional. Sin embargo, es fundamental que los próximos Gobiernos no solo busquen el crecimiento económico, sino que trabajen para una mejor distribución del ingreso, a fin de reducir la aguda desigualdad en nuestra sociedad. El escaso crecimiento económico de las últimas décadas no ha supuesto una mejora en la equidad y en la inclusión social; por el contrario, El Salvador ha avanzado en la desigualdad, mantiene desde hace más de tres décadas al 40% de la población en la exclusión. Enrumbar la economía hacia el desarrollo es uno de los principales retos, y para enfrentarlo se requiere creatividad y honradez. Es necesario reconocer dónde están los problemas, asumir las responsabilidades que a cada quien corresponden y solucionarlos con estrategias de largo plazo y con visión de país. De no ser así, la economía seguirá en crisis y el desarrollo humano será una simple quimera.