La respuesta de Estados Unidos al establecimiento de relaciones entre El Salvador y China es por lo menos contradictoria. El hecho ha provocado que algunos senadores amenacen con sanciones económicas; voceros de la Casa Blanca lo han calificado de decepcionante; la embajadora estadounidense en El Salvador, quien afirmó que “hay algo oscuro” en esta relación, fue llamada por Washington para consultas sobre el tema. Y más recientemente, supuestos funcionarios del Gobierno estadounidense declararon anónimamente que negociar con China pone en riesgo la soberanía de El Salvador. ¿Tan importante se ha vuelto en unos meses El Salvador para Estados Unidos? ¿Cómo explicar todas estas reacciones si apenas en enero pasado Donald Trump se refirió al país con un epíteto despectivo que no vale la pena repetir? ¿Por qué molesta tanto que una nación pequeña como la nuestra rompa relaciones con Taiwán y las entable con China?
Es claro que Estados Unidos se ha enzarzado en una guerra comercial con China, librada a través de una dura política arancelaria proteccionista. Rex Tillerson, actual Secretario de Estado del Gobierno de Trump, expresó diáfanamente lo que se espera de América Latina en el marco del pulso entre las dos grandes potencias. En febrero pasado, en la Universidad de Texas, dijo: “América Latina no necesita un nuevo poder imperial que solo busque beneficiar a su propia gente”. Hay una premisa fundamental en la geopolítica: cuando uno de los adversarios deja un vacío, el otro busca llenarlo. Y Estados Unidos ha ido abandonado progresivamente a Latinoamérica, una tendencia que se ha acentuado durante la administración de Trump.
Mientras el Gobierno estadounidense más impulse el proteccionismo interno, ensimismándose y dejando de ver hacia el continente, más facilitará que el gigante asiático avance en sus pretensiones también expansionistas. Las prácticas migratorias de Estados Unidos, que han criminalizado a los migrantes irregulares, suspendido los TPS que beneficiaban a varias naciones y mostrado el profundo desprecio de Trump hacia muchos de sus vecinos, no hacen más que abrirle las puertas a China para que multiplique su presencia e influjo en América Latina. El Gobierno de Trump renunció al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica con países latinoamericanos y asiáticos, y mantiene en vilo el tratado de libre comercio con México y Canadá. Está cosechando lo que ha sembrado.
En medio de la disputa entre Estados Unidos y China, El Salvador se queda sin otra opción que escoger a cuál de las dos potencias rendirle pleitesía a cambio de favores. Toda Centroamérica tiene pendiente un proyecto de verdadera soberanía que parta de y favorezca a su gente, y desde el cual se establezcan relaciones internacionales en un marco de mutuo respeto y cooperación. Lejos estamos de eso, y por ello cada año celebramos una independencia que solo es una quimera.