La Iglesia católica celebra cada 1 de enero la Jornada Mundial de la Paz con un mensaje a los cristianos y a todas las personas de buena voluntad. En esta ocasión, el mensaje del papa Francisco lleva por título “La cultura del cuidado como camino de paz”, un tema de honda relación con la pandemia. El tema del cuido trae siempre a la memoria a las personas que atienden con esmero y afecto a niños, ancianos, enfermos y personas que no pueden cuidarse a sí mismas. El papa habla del cuidado como una actitud social capaz de “erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día”.
Allí donde prima la indiferencia ante la pobreza, como es el caso de El Salvador, la adopción de actitudes solidarias es indispensable para un desarrollo humano real. Y no hay cuidado del prójimo sin promoción de la dignidad y derechos de la persona. Esa dignidad que es igual en todos, pero que no se respeta adecuadamente en la vida social ni en el ejercicio de la justicia. Partiendo de la solidaridad que lleva al bien común, el papa invita a convertirnos “en profetas y testigos de la cultura del cuidado, para superar tantas desigualdades sociales”. Y añade que la superación de dichas desigualdades “será posible solo con un fuerte y amplio protagonismo de las mujeres, en la familia y en todos los ámbitos sociales, políticos e institucionales”. Ciertamente, mientras haya abuso, desprecio machista y maltrato contra la mujer, el desarrollo digno con respeto a la igual dignidad de la persona será una quimera.
La cultura del cuidado se aproxima con claridad a la cultura de paz; es más, pone la base sensible y de hondura humana para poder construirla porque ayuda a sentir la fraternidad común. Por ello, el papa pide a las familias, escuelas, universidades, Iglesias y organizaciones internacionales comprometerse con la cultura del cuidado, tanto de las personas como de la naturaleza. Sin sentir en carne propia una fraternidad abierta a los más débiles, sin compromiso con un diálogo que priorice las necesidades de quienes sufren, 2021 será un año más en El Salvador, sin cambios sustanciales. Lloverán insultos en el marco de las próximas elecciones, se darán discursos solemnes en conmemoración de los 200 años de independencia, brotarán nuevos próceres que prometerán llevar al país a la felicidad y el bienestar social, pero la pobreza, la vulnerabilidad y la violencia permanecerán inalteradas.
La fe en superar los graves daños económicos y sociales creados por la pandemia servirá de muy poco si no se establece un diálogo participativo y vivo en el que las necesidades de nuestra gente sean prioridad. Un diálogo en el que aquellos que tienen más dinero, poder o educación estén dispuestos a hacer sacrificios por quienes tienen menos. Un diálogo transparente y con clara conciencia de una verdad evidente, con la que El Salvador nunca ha sido consecuente: eliminar la pobreza, mejorar la educación y la salud, y posibilitar el desarrollo de las capacidades de todos favorece a la sociedad en su conjunto. La cultura del cuidado que recomienda el papa es básica para convencerse que los sacrificios en favor del bien común nos beneficiarán a todos en el futuro.