El sábado pasado, 16 de octubre, se celebró el Día Mundial de la Alimentación. En un mundo con más de mil millones de personas que pasan hambre, esa fecha solamente puede tener sentido si la celebramos luchando contra ese flagelo y si nos compromete a no dejar pasar ese día como uno más. Y en particular, para nosotros salvadoreños, enfocándonos en nuestro país y luchando aquí mismo contra la desnutrición crónica, que es, en definitiva, la verdadera definición del hambre. En 2008, el cálculo de niños desnutridos crónicamente, es decir, que pasan hambre, era del 19% en las edades comprendidas entre cero y cinco años. Hablando de hogares, se calcula que el 13% enfrenta problemas serios a la hora de lograr una alimentación adecuada, que reponga las energías gastadas a lo largo del día.
Las cifras son terribles, pero como no estamos acostumbrados a visibilizarlas en rostros concretos de niños y familias, solemos pasar indiferentes ante ellas. Sin embargo, las repercusiones son graves para nuestro país. Una sociedad incapaz de vencer el hambre, de visibilizarla y erradicarla, es una sociedad prácticamente sin capacidad de emprender proyectos de futuro. Porque para emprender proyectos nacionales realmente eficaces, debemos caminar todos juntos al menos en lo más básico. Y en eso tan básico, que es el comer lo suficiente para reponer calorías, no lo hacemos.
Y es que, además, en El Salvador hay capacidad para que todos comamos suficiente. No somos un país que no produzca o que no tenga el suficiente ingreso como para que todos consumamos las calorías que necesitamos. Es, pues, más grave que teniendo para compartir lo suficiente, pasemos indiferentes ante el hambre de los más pobres. Porque entre los más pobres el porcentaje de niños desnutridos, es decir, que tienen hambre, alcanza el 40%.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha recordado este día con unos mensajes que tratan de arrancarnos de nuestro letargo: "Me enfurece que mil millones de personas pasen hambre", dice uno de ellos. Benedicto XVI nos recordaba, comentando el Día Mundial de la Alimentación, que "para eliminar el hambre y la malnutrición, deben superarse los obstáculos del propio interés a fin de dejar espacio a una fructífera gratuidad". En otras palabras, sólo liberando la generosidad de todas las personas podremos vencer este flagelo. Como individuos, como sociedad civil, como Iglesias, como partidos políticos, como instituciones del Estado, debemos enfrentar el problema de la desnutrición y el hambre en El Salvador. No habrá salvación para nuestro país si no conseguimos en breve vencer esa monstruosidad de que en un territorio tan pequeño como el nuestro tanta gente pase hambre.