En los años setenta y ochenta, el movimiento popular salvadoreño tuvo un gran dinamismo y una constante actividad en la defensa de sus demandas como campesinos, trabajadores, pobladores, ciudadanos; en la promoción y defensa de los derechos humanos; y en la búsqueda de una sociedad democrática y con mejores condiciones de vida para todos y todas. En esos años, tanto los grupos que conformaban las distintas fuerzas guerrilleras, como después el FMLN se nutrieron de los líderes y miembros del movimiento popular, y tuvieron la capacidad de hacer suyas las demandas de dicho movimiento e incluirlas en sus planes de lucha. Ello llevó a que entre el movimiento social y el FMLN se diera una alianza estratégica que fue fundamental para el apoyo de la población a la guerrilla. En esos años, entre el FMLN y el movimiento social popular hubo una gran sintonía, y en muchos casos hasta una verdadera compenetración. Ello facilitó que el FMLN se convirtiera en la vanguardia de los movimientos sociales.
Después de los Acuerdos de Paz y de la incorporación del FMLN a la vida política, poco a poco las cosas fueron cambiando. A lo largo de los veinte años desde el fin de la guerra, el FMLN, volcado de lleno en la vida política, se ha ido distanciando de las organizaciones populares al no ser capaz de asumir las demandas de estas e incorporarlas a su agenda. Por ello, ha ido surgiendo un movimiento social que es cada vez más crítico con el Frente, porque siente que el partido ya no lo representa ni está interesado en defender ni luchar por sus necesidades. Varias son hoy las organizaciones que están luchando por la defensa de los intereses populares y que no forman parte del FMLN ni encuentran en este el apoyo que esperaban.
Algunas demandas de estos grupos son verdaderamente importantes no solo de cara a los sectores populares, sino para el bien de todo el país. Y poca duda cabe que la mayoría de ellas podrían ser asumidas por el FMLN ya que están en sintonía con sus ideales y principios —al menos con los que discursivamente sostiene en público—. Por ejemplo, la prohibición de la minería metálica, para proteger de una vez y para siempre el medio ambiente y la vida de los campesinos; la aprobación de una ley de medicamentos que, entre otros efectos, disminuya los precios de las medicinas; la incorporación de los trabajadores agrícolas al Seguro Social, algo que saldaría la deuda que el país tiene con este sector productivo tan trascendental; la reforma de la ley de pensiones, a fin de garantizar un retiro digno para los trabajadores y limitar las millonarias ganancias que a costa de los cotizantes obtienen las AFP; las reformas electorales que permitan el voto directo, el voto domiciliar y los consejos municipales multipartidistas; la protección de la finca de El Espino y del volcán de San Salvador como pulmones del área metropolitana; una ley que declare al agua un bien público que debe ser cuidado y protegido...
¿Qué es lo que le impide al FMLN retomar y apoyar estas demandas? La respuesta hay que buscarla en el distanciamiento entre los líderes de partido y la gente, en el endiosamiento que los lleva a creer que solo ellos saben lo que le conviene a los salvadoreños y al país. La posición que tomaron los líderes del FMLN a raíz del decreto 743, su crítica a los miembros de la sociedad civil que se pusieron del lado de la institucionalidad y defendieron el trabajo de la Sala de lo Constitucional, dejó en evidencia ese distanciamiento e incapacidad de escuchar a la población y hacer suyas demandas justas y fundamentadas.
Mal hace el FMLN al olvidar que distanciarse del pueblo es vía directa a la muerte política para un partido que se define de izquierdas y que dice tener entre sus objetivos luchar por los derechos de las mayorías populares del país. Y ese distanciamiento no solo se da cuando el partido es incapaz de hacer suyas las demandas de las mayorías, sino también cuando las autoridades partidarias se alejan de la población, pierden el contacto con la cotidianidad de la gente y, con ello, se vuelven insensibles y ciegas a cualquier realidad que no sea la propia.