Las nuevas tecnologías de la información han impactado y cambiado al mundo de diversas maneras, algunas de ellas profundamente. Y en ese marco sobresalen las redes sociales, que permiten la conexión permanente y al momento con el acontecer mundial, y que han pasado a ser parte fundamental de la vida de una inmensa mayoría de la población global. Esto pese a su lado oscuro: las redes sociales se han convertido en la arena privilegiada para dañar a personas, instituciones y gobiernos; sus algoritmos suelen premiar la violencia, barbarie e intolerancia de los usuarios; son fuente inagotable de falsedades y desacreditación. La horizontalidad que propician en la participación ciudadana está aparejada con la abundancia de prejuicios y mentiras, en el mejor de los casos, y daño intencionado, en el peor. Gracias a las redes, toda personas tiene a mano un altoparlante para volcar sus opiniones, juicios de valor y frustraciones sobre quién sea y lo que sea.
El Gobierno de Bukele apostó desde su inicio por la comunicación como principal estrategia. Creó una gigantesca maquinaria mediática que en la actualidad incluye, entre otros, canales digitales, portales, granjas de troles y medios de comunicación convencionales. El objetivo es claro y de doble rasero: por un lado, alabar, sobredimensionar e inventar bondades de Bukele y su administración; y por otro, atacar a toda persona e institución que cuestiona los planteamientos y acciones del régimen. En algunas redes sociales, las mentiras gubernamentales parecen ser parte de una política de Estado para desacreditar e imponer la versión oficial de los hechos. Mediante el engaño y una intensa y omnipresente propaganda se ha manipulado la opinión pública.
Sin embargo, las tecnologías de la comunicación están jugado un nuevo papel en el sino del oficialismo: hoy están siendo utilizadas por diversos actores para desmontar el discurso de Bukele y desvelar realidades que con esmero se ha buscado ocultar. El destape del uso indebido y antiético de los fondos públicos en la Asamblea Legislativa para contratar a parientes, familiares y amigos, y desviar fondos a Nuevas Ideas ha minado seriamente la credibilidad de los cyan. A ello se sumó la filtración de la planilla de los cotizantes del Instituto Salvadoreño del Seguro Social, que expuso el salario desproporcionado de los servidores públicos. Y finalmente, la reciente filtración de grabaciones en las que figuras destacadas del oficialismo planean acciones de espionaje y acoso. Por el momento, Bukele y su Gobierno han perdido la iniciativa; estando contra las cuerdas en el ring de las redes sociales, no les ha quedado de otra que bloquear cuentas que consideran opositoras y guardar un inusual e incriminatorio silencio.