25 mil jóvenes aspiran a ingresar a la Universidad de El Salvador para iniciar sus estudios el próximo año. De ellos, según han afirmado las autoridades de esa importante casa de estudios, solo tendrán plaza poco más de 9 mil 500. El resto, el 62%, se quedará sin poder estudiar o tendrá que buscar alternativas en las universidades privadas del país.
Que solicite admisión a la Universidad de El Salvador una cantidad tan grande de jóvenes es algo muy positivo. Pero que solo el 38% de los aspirantes puedan conseguir cupo es una muy mala noticia. Si la demanda de estudios en la UES es tan superior a la capacidad que la misma tiene para acoger alumnos de nuevo ingreso, hay algo que no está funcionando bien.
Para muchos jóvenes, por razones económicas, la única posibilidad de acceder a estudios superiores está en la Universidad de El Salvador. Además, algunas carreras universitarias solo las ofrece la UES. Así, su gratuidad, amplia oferta académica y presencia —aunque pequeña— fuera de San Salvador hacen de la UES la opción más atractiva para la mayoría de la población que desea estudiar una carrera y cuenta con recursos limitados.
La educación universitaria es una de las principales vías de ascenso social en la medida que constituye puerta de entrada a muchas oportunidades. Hay una clara diferencia entre ser graduado universitario o no serlo: en el mercado laboral, los salarios de los que poseen un título universitario son mayores a los de aquellos que no cuentan con estudios superiores. Por otra parte, un país con mayor número de graduados universitarios tiene más oportunidades de transitar hacia el desarrollo. La educación es un factor muy importante en la superación de la pobreza y la exclusión, y también en la disminución de la violencia y de los niveles de inseguridad ciudadana.
Por lo anterior, ampliar la cobertura y calidad de la educación es una apuesta estratégica, aceptada tanto por la derecha como la izquierda. En los últimos años, en El Salvador se ha avanzado mucho en el acceso y cobertura en los niveles de educación primaria y secundaria. Se está trabajando también para mejorar el acceso a la educación media, y poco a poco se va ampliando la cobertura de este nivel educativo. Y, precisamente, fruto de ello es el aumento de la demanda de educación superior. Es lógico pensar que si cada año aumenta el número de estudiantes en la educación media, en igual proporción se incrementará la cantidad de jóvenes que desean ingresar a la universidad. Sin embargo, las estadísticas muestran que la población estudiantil universitaria apenas se ha incrementado en la última década, y que solo una tercera parte de los estudiantes que finalizan el bachillerato accede a la universidad.
Ello se debe a que se ha hecho muy poco por mejorar el acceso a la universidad. El 73% de las plazas universitarias del país están concentradas en el área metropolitana de San Salvador; solamente una de cada cuatro plazas universitarias disponibles se ofrece en el occidente o en el oriente del país. Esta realidad dificulta y sesga el acceso a la universidad. Se da una discriminación geográfica que hace casi imposible que las poblaciones juveniles que viven en el interior del país accedan a la universidad. Para ellos, estudiar supone trasladarse a otra ciudad, dejar de vivir con la familia y tener que pagar alojamiento en casa ajena, lo cual no está al alcance de la mayoría de las familias que subsisten con dos o tres salarios mínimos. También el costo de la educación en universidades privadas es alto, está fuera del alcance de una buena parte de la población. A pesar de ello, dos tercios del total de estudiantes universitarios cursan sus carreras en aquellas.
Es necesario, por tanto, facilitar el acceso a la universidad, y no solo para cubrir la demanda, sino también porque el país requiere mayor número de graduados universitarios. Es urgente una estrategia de largo plazo que permita incrementar el número de plazas disponibles y acercar la educación superior al interior del país. En esta línea, sería un gran desacierto pensar que la solución pasa por aumentar el tamaño de la UES. Una macro universidad tiene que enfrentar tantos problemas de gestión que tiende a volverse ineficiente. Desde el punto de vista de la gestión y del desarrollo local, es una mejor respuesta crear universidades públicas en aquellas áreas del país donde hoy no las hay. Abrir tres nuevas universidades estatales (una en el oriente, otra en el occidente y una tercera en el norte del país, que aproveche el trazado de la Longitudinal del Norte) impulsaría el desarrollo de estas zonas y abriría el acceso a la universidad a aquellos que hoy tienen más necesidad de estudio.
Es evidente que para crear estas tres nuevas universidades nacionales se requieren fondos. Pero con un 1% más del Presupuesto Nacional para la educación superior se podría poner en marcha el proyecto y así aumentar la oferta universitaria para los sectores con menos recursos en cinco mil plazas anuales. Esto sí tendría un impacto directo en el nivel de acceso y la democratización de la educación universitaria de El Salvador.