A casi cuatro meses de iniciada su gestión, el Gobierno de Nayib Bukele está viviendo su luna de miel con la mayoría de la población. Las encuestas son claras y prácticamente unánimes en este punto. En el último sondeo de opinión pública del Iudop, recién presentado, los salvadoreños le adjudican al mandatario una nota promedio de 8.37, la más alta registrada entre los presidentes de la posguerra en sus primeros 100 días de gestión. Y como es propio de las lunas de miel, no hay ojos para lo amargo; toda la atención se pone en lo que parece dulce, especialmente de Bukele. El Gobierno sale bien evaluado en prácticamente todas las variables del desempeño gubernamental, excepto en el trabajo de ANDA. Tres son las causas principales de esta opinión tan favorable.
En primer lugar, las acciones en materia de seguridad, percibidas en su conjunto por tres cuartas partes de la gente como el mayor logro de esta gestión. Además, 86 de cada 100 perciben que la delincuencia está disminuyendo y que el Plan de Control Territorial está contribuyendo a ello. Que la población vea con muy buenos ojos el accionar en materia de seguridad resulta lógico si se considera que el 74.8% de los encuestados señala a la inseguridad como el principal problema del país. La segunda razón que catapulta la aprobación del Gobierno es la imagen que la gente tiene del presidente. La tercera parte de los ciudadanos valora bien tener un mandatario que aplique mano dura, el 21.8% ve que el presidente no consulta, pero toma decisiones con rapidez y un 12.7% cree que es autoritario. Y muchos creen que se necesita un presidente así para detener la delincuencia.
En tercer lugar, la imagen de la gestión de Bukele se ha fortalecido por la profundización del cansancio ciudadano con los partidos tradicionales, especialmente el FMLN y Arena. Arriba del 70% de los encuestados opina que un Gobierno arenero hubiese sido peor que el actual, y en el mismo sentido se pronuncia un 82.6% en referencia al FMLN. Por otra parte, un 38% de la población cree que Arena está haciendo un mal trabajo de oposición y 46.4% piensa lo mismo del FMLN. Es decir, el rechazo a estos dos partidos, expresado con claridad en las elecciones de febrero, se ha profundizado sin que ninguno de ellos dé muestras de ser consciente de la gravedad del asunto. La postura de Arena con respecto a la elección del titular de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos muestra que el partido, lejos de querer renovarse, sigue anclado en el conservadurismo más rancio y excluyente.
El creciente rechazo a la vieja política, lo mostrado hasta hoy en seguridad y la imagen ejecutiva que proyecta el presidente son, pues, los factores que sostienen una evaluación tan favorable. Sin embargo, dentro del contexto de aprobación, hay matices que es importante resaltar. Las personas con más nivel educativo y mayor ingreso son las más críticas. La opinión es muy favorable cuando se consulta sobre el país en general, pero eso cambia cuando se valoran realidades más concretas. Por ejemplo, si bien el 53% percibe que la economía nacional está mejorando, el 70% afirma que la economía de su familia se mantiene igual. Casi un tercio cree que se están resolviendo poco o nada los problemas concretos de las personas y que el Gobierno no representa sus intereses. Y la población es tajante en dos peticiones: 92 de cada 100 dicen que es urgente que el presidente defienda los derechos de los migrantes maltratados en Estados Unidos y 91 de cada 100 afirman que debe eliminar la partida secreta y hacer públicos los gastos gubernamentales.
En definitiva, lo visto y hecho en estos meses de gestión gubernamental ha hecho resurgir la esperanza en mucha gente: 63 de cada 100 creen que se ha fortalecido la democracia, el 64% no quiere migrar y un 65% piensa que El Salvador es un país algo o muy democrático. Si quiere que la luna de miel no acabe en desastre, el reto del Gobierno es que esta esperanza no se frustre, que sea correspondida con cambios sustanciales, medibles, reales, que trasciendan el espectáculo mediático.