Como pocas veces, algunos personajes públicos y los grandes medios de comunicación han criticado con fuerza la tala de unos 140 árboles en un predio del histórico parque Infantil para abrir espacio a una estación del Sistema Integrado de Transporte Metropolitano de San Salvador (Sitramss). Es positivo que se muestre sensibilidad ante cualquier acción que dañe el medioambiente. Lo contradictorio es que esa sensibilidad y beligerancia estén ausentes ante proyectos de mayor impacto ambiental. ¿Por qué no hay críticas a los megaproyectos urbanísticos que talan miles de árboles, destruyen montañas y ponen en peligro la capacidad hídrica del país? Basta echar un vistazo a las cada vez más reducidas montañas de Nuevo y de Antiguo Cuscatlán para constatar el daño causado, ante el cual nada se dice. Cuando organizaciones ambientalistas protestan por la destrucción de la finca El Espino y por otros proyectos urbanísticos, se les acusa de oponerse al progreso y se ensalza a los constructores y propietarios por contribuir al desarrollo del país.
En los últimos días se ha publicitado un megaproyecto residencial denominado El Encanto, Villas and Golf. La urbanización se está construyendo en 300 manzanas, 90 de las cuales se dedicarán a un campo de golf profesional. Estos campos se construyen en zonas no urbanizables y próximas a espacios naturales. Por eso, lo que se promociona como una destacada innovación verde en el país se está erigiendo entre los municipios de San José Villanueva y Zaragoza, departamento de La Libertad. En general, el golf ha dependido de la actividad inmobiliaria. En realidad, el verdadero negocio está en las urbanizaciones; los campos del elitista deporte son un señuelo para la venta de las casas en sus alrededores. Un campo de golf, se estima, revaloriza las casas hasta en un 50%. Por otra parte, no hay duda de que el golf atrae turismo de alto consumo y, por tanto, genera importantes beneficios económicos para los inversionistas.
Ahora bien, los campos de golf entrañan dos peligros, sobre los que se ha guardado silencio. En primer lugar, requieren cantidades masivas de agua. En España se ha determinado que la actividad turística que más agua consume es la de los campos de golf. El director de la Organización Mundial de Turismo, el italiano Francesco Frangialli, decía en 2007 que las urbanizaciones que acompañan a los campos de golf consumen demasiada agua, un recurso que escasea cada vez más por el calentamiento global. La revista turística Hosteltur afirma que los proyectos turísticos de golf son insostenibles. Muchos de los campos están en zonas con escasos recursos hídricos superficiales, donde las aguas subterráneas juegan un papel fundamental. De acuerdo a los especialistas, un campo profesional de 18 hoyos, como el que se construye en el país, consume, en promedio, un millón quinientos mil litros de agua cada día. Si una persona promedio consume 6 metros cúbicos de agua al mes, un campo de golf gasta en un día lo que 50 familias de 5 miembros cada una durante un mes.
Pero el problema no está solo en el indiscriminado y excesivo gasto de agua, sino, en segundo lugar, en la contaminación y el impacto medioambiental. La construcción de un campo de golf elimina toda la vegetación original herbácea, arbustiva y arborescente del terreno. Produce un fuerte impacto en el suelo, el paisaje, la flora y la fauna. También, de acuerdo a los expertos, produce alteraciones del régimen fluvial, del aire, y en la estructura y función de los ecosistemas presentes en el área. Mantener un campo de golf requiere grandes cantidades de fertilizantes y pesticidas, que provocan una alteración muy importante de la calidad de las aguas subterráneas. En pocas palabras, los campos de golf producen un gran beneficio privado a costa de los medios públicos, y pueden provocar a mediano y largo plazo desastres medioambientales. Valdría la pena preguntarse si es algo bueno para El Salvador la construcción de este proyecto. Uno de sus inversionistas ha dicho abiertamente que se está construyendo una urbanización del Primer Mundo, lo que da una idea de los selectos beneficiarios de la urbanización.
Ojalá las autoridades encargadas de aprobar los permisos respectivos y el Ministerio de Turismo, que ha declarado al proyecto como de interés nacional, hayan tomado en cuenta parámetros ambientales a la hora de decidir, y no únicamente beneficios estéticos, económicos y prácticos. Ojalá se haya respetado el entorno y exista un plan para no despilfarrar el agua. Ojalá se haya tenido presente que el país está al borde del estrés hídrico, prácticamente a las puertas de la sala de cuidados intensivos por escasez de agua. No tardará alguien en decir que equivalente daño se hace cuando se destinan grandes extensiones de terreno para la agricultura. Sin embargo, los terrenos agrícolas producen alimentos o energía, y un campo de golf no produce más que diversión para unos pocos privilegiados. Nuestro recurso natural más preciado y escaso, el agua, no debería ser derrochado con tanta ligereza, aunque signifique un gran ingreso para el sector turístico. Para el país, el proyecto no es rentable, ya que perjudica seriamente nuestro hábitat natural.
Criticar los daños al parque Infantil es ineludible. Probablemente las medidas de mitigación anunciadas, como la siembra de 1,960 árboles y la recuperación de un terreno adyacente que era parte del área original, sean en respuesta a esa crítica. Pero la indignación ante el deterioro medioambiental debe trascender las simpatías políticas y los afanes lucrativos. Sobre todo, ante un proyecto como el Sitramss, al que algunos expertos en la materia han calificado provocadoramente como la mejor política ambiental del Gobierno, por lo que representará de ahorro de combustible, reducción de la polución, del ruido y, por supuesto, del estrés que el tráfico ocasiona en la población. No es ético decir que los ambientalistas se oponen al progreso cuando denuncian los daños que causan las grandes edificaciones privadas y, después, levantar la bandera en pro del medioambiente cuando se censura a un Gobierno antipático a los propios intereses.