Hacer juicios lapidarios sobre un Gobierno que aún no cumple tres meses de gestión es tan absurdo e injusto como negar que en 20 años Arena ni siquiera empezó a resolver los problemas estructurales que aquejan a la mayoría de salvadoreños, como el desempleo, la inseguridad o el abandono de la agricultura, por citar tres ejemplos. Lo que estamos viendo ahora es una continuación de lo que sucedió durante la segunda vuelta de la elección presidencial de este año. En ese momento, ante la posibilidad de triunfo del FMLN, la derecha, toda ella (la partidaria, la empresarial, la mediática, la que se dice académica) cerró filas monolíticamente y lanzó una ofensiva contra el partido de izquierda y a favor de la fórmula arenera. El esfuerzo le alcanzó para que la derrota fuera por una pequeña diferencia de votos, pero derrota al fin y al cabo. Y no solo electoral, sino también política: el proyecto que ha sostenido a los grupos y sectores que se sienten representados en Arena y que fueron privilegiados durante sus administraciones fue derrotado. Y las derrotas políticas duelen todavía más que las electorales.
El Gobierno del FMLN, encabezado por una fórmula de exguerrilleros, ha enfrentado, desde el inicio de su gestión, una intensa campaña mediática, respaldada por todos los sectores que se unieron para la segunda ronda de la elección presidencial. En la historia reciente, ningún Gobierno entrante ha enfrentado una campaña de oposición tan intensa y agresiva como la que estamos presenciando. Probablemente, este esfuerzo de los principales medios de comunicación explique la opinión desfavorable que, según algunas encuestas, tiene la gente sobre la presente administración. Sin duda, el objetivo de la derecha, toda ella (la mediática, la empresarial, la que aspira a ser académica, la partidaria), es sacar del poder al FMLN. La primera meta es debilitarlo en las elecciones legislativas y municipales de marzo de 2015, quitarle la mayoría en la Asamblea Legislativa. La estrategia es demostrar ante la opinión pública que el Frente es incapaz de gobernar al país. La razón de fondo, evitar que sigan cambiando las reglas que han beneficiado a los sectores más poderosos del país; evitar, por ejemplo, que se modifique la ley de telecomunicaciones, se apruebe una normativa para el agua o se aplique una reforma fiscal progresiva.
Por su parte, el Ejecutivo no tiene excusas que justifiquen un mal desempeño. A diferencia de antes, es esta una administración puramente efemelenista, sin socios externos al partido. Ahora el Gobierno es del FMLN y es su responsabilidad desmentir con su gestión los señalamientos de la oposición, o confirmarlos. Si bien tres meses no es tiempo suficiente para descalificar tajantemente, sí se pueden ver tendencias y ponderar acciones. Hasta hoy, el estilo de Sánchez Cerén rompe radicalmente con el de Funes. Más cercanía con el pueblo, humildad, austeridad y menos confrontación. Pero la gente espera mucho más de este Gobierno. El anterior presentó su plan quinquenal cuando le faltaban menos de 4 años. Y este ha anunciado que está preparando el suyo. Decir que se tenía un programa de gobierno, pero no un plan quinquenal es una manera de admitir que no se había priorizado nada. Ojalá que la tardanza sea compensada con un buen producto que marque un rumbo claro que hasta ahora no se logra vislumbrar. Algunas actuaciones de funcionarios provenientes del partido, exhibiendo prepotencia y falta de apertura, no son buenos augurios. La sordera ante el clamor de racionalizar el uso de los recursos y eliminar gastos superfluos tampoco abona a generar simpatías. Relanzar medidas en materia de seguridad como golpe mediático, pero sin asidero en la realidad es repetir lo que ha sucedido durante los últimos 25 años.
En definitiva, el reto es del FMLN. O demuestra con hechos que sus funcionarios tienen capacidad y que su administración beneficia directamente a la mayoría de la población, o la derecha tendrá ya servidos los resultados electores venideros.