Ha llegado el momento de poner fin a la campaña electoral presidencial. El 3 de febrero, el pueblo salvadoreño dará respuesta a muchos de los interrogantes que hoy están sobre la mesa. Ese día se sabrá a ciencia cierta si las campañas de los candidatos y el trabajo del Tribunal Supremo Electoral lograron incrementar el interés de la ciudadanía por participar en la votación. La encuesta realizada por el Iudop en noviembre pasado, hace apenas tres meses, mostró el poco interés en este proceso electoral, la escasa confianza en las elecciones y el bajo nivel de credibilidad en la limpieza de las mismas. Si el próximo domingo la participación de la ciudadanía es mayor a la intención manifestada en las encuestas y superior a los porcentajes de anteriores procesos electorales, se podrá afirmar que los actores del proceso lograron concitar el interés ciudadano, un logro que fortalecería nuestro sistema democrático.
Por otra parte, el sondeo de opinión del Iudop y las distintas encuestas que se realizaron antes y durante el proceso electoral permiten inferir, aunque no pronosticar, cuál podría ser el resultado de la elección. Muchos analistas y aquellos que no se han visto favorecidos por los datos publicados se afanan en señalar que estos no responden a la realidad y que el resultado electoral será distinto a la intención de voto registrada en las encuestas. En esa línea, las fórmulas presidenciales de Arena y el FMLN afirman contar con mayores apoyos, incluso que han logrado revertir lo que los sondeos señalan. El próximo domingo se sabrá cuánto de verdad hay en eso. También se podrá ponderar la capacidad de las redes sociales de influir en la decisión de los votantes, al igual que los efectos —si los hay— de las millonarias campañas publicitarias y los múltiples encuentros que sostuvieron los candidatos con distintos sectores productivos y sociales.
Pese a las profundas deficiencias de contenido y a la lluvia de promesas imposibles de cumplir, esta campaña electoral aportó importantes novedades a la dinámica política. Como nunca antes, ofreció la oportunidad de conocer la opinión de los candidatos sobre los principales problemas del país. La población pudo verlos y escucharlos en foros y debates, apreciar en directo sus debilidades y fortalezas, su carácter, su capacidad o incapacidad de salir de los eslóganes fáciles para profundizar en cuestiones clave para el futuro de El Salvador. Los candidatos se vieron obligados a pronunciarse sobre los temas que interesan a la gente y a presentar, aunque sea con rasgos tenues o no completamente dibujados, la visión de nación que esperan construir.
El tiempo que queda por delante hasta la cita con las urnas debe ser aprovechado para la reflexión. Una vez callen las voces que buscan influir en los votantes, la ciudadanía debe analizar todo lo que la campaña electoral ha evidenciado, para con base en ello contribuir de manera consciente y responsable a que El Salvador tenga el mejor Gobierno posible. La elección no será fácil.