En estos días, mucho se ha escrito y aún más se ha hablado de la propuesta de reforma a la ley del impuesto sobre la renta. Y todo lo que se ha dicho responde a cómo le va a cada quien con dicha reforma. Para los empleados con salarios entre 330 y 500 dólares, la reforma es beneficiosa en la medida en que les liberará del pago del impuesto sobre la renta y del engorroso trámite anual de solicitar la devolución de las retenciones. Medidas estas de justicia, dado que benefician a un amplio grupo de la población que cuenta con pocos recursos para cubrir sus necesidades. Pero ello no significa que este sector social no pagará ningún tipo de impuesto. Al igual que todos los salvadoreños, seguirá pagando el IVA, un 13% sobre cada compra que realice y cada servicio que solicite. Un impuesto que no es nada despreciable y que aporta al Estado el 63% de sus ingresos fiscales.
Los asalariados del siguiente tramo, aquellos que perciben mensualmente entre 500 y 2,000 dólares, ven la reforma con indiferencia, pues en realidad no les afecta: seguirán pagando lo mismo que en la actualidad. Por lo contrario, el grupo que recibe salarios por encima de 2,000 dólares y hasta un máximo 5,000, según cálculos del Ministerio de Hacienda, experimentará un incremento en el pago de la renta de apenas 10 dólares cada mes. Pese a ello, los voceros del FMLN dicen que este sector, por constituir la clase media del país, no debe ser afectado con la reforma fiscal. Pero más que defender los intereses de la clase media, el Frente está abogando por los intereses de muchos de sus cuadros políticos que reciben salarios de ese orden.
Se requeriría de una larga exposición para rebatir o afirmar que el sector que ingresa un salario mensual de entre 2,000 y 5,000 dólares es o no clase media. De pronto no es lo mismo tener ingresos superiores a 10 salarios mínimos que tener ingresos superiores a 20 salarios mínimos. No pertenece a la misma clase media el que gana 2,000 dólares mensuales que el que gana 5,000, y las tasas del impuesto para uno y el otro deberían estar claramente diferenciadas. Como sea, ambos pueden ser más solidarios con el país y aceptar un leve incremento en los impuestos. Más cuando disponer de estos ingresos es en sí mismo un privilegio, pues menos del 20% de los empleados gozan de un salario de esa naturaleza. Además, todos aquellos empleados que reciben salarios por encima de 685.71 dólares ya reciben el beneficio de no pagar al Seguro Social por la totalidad de su ingreso.
Con el discurso de proteger a la clase media, el FMLN también está buscando un mayor acercamiento con este sector de la población; acercamiento que pueda traducirse en votos electorales. En la misma línea y con el mismo fin, el partido de izquierda ha defendido mantener el subsidio a la electricidad para los consumos de entre 100 y 200 kilovatios/hora mensualmente. Un subsidio que compromete las finanzas estatales y no atiende a la población más pobre. El FMLN debería revisar si esta política es coherente con sus principios de defender a los más desfavorecidos.
Por su lado, Arena, además de defender los intereses del gran capital, sus socios, financiadores y votantes históricos, también busca el acercamiento con fines electorales a la mal llamada clase media. Así, en paralelo al rechazo frontal a esta reforma fiscal, ha solicitado la eliminación permanente del impuesto sobre la gasolina, aun a sabiendas de que este es necesario para balancear las finanzas del país y que afecta mayoritariamente a aquellos que en realidad pueden pagarlo. En la misma lógica, el resto de partidos están analizando cómo sacar rédito electoral antes de tomar una posición definitiva ante la reforma fiscal.
Y este panorama lo único que causa es tristeza. Es triste que los grupos de poder del país y sus representantes políticos tomen postura frente a las finanzas estatales solo en función de los réditos electorales que puedan obtener. Tener visión de país y buscar el bien común por encima de los intereses particulares es algo que les es totalmente ajeno. Si el Estado necesita un mayor financiamiento, es tarea de todos responder a esta necesidad. Más aún de quienes están en condición de pagar más impuestos sin comprometer la satisfacción de sus necesidades básicas. Cuando los ingresos son superiores a la media nacional, es deber ineludible tributar más.