Dos semanas después de la segunda vuelta electoral, El Salvador sigue envuelto en pleitos y demandas. Unos exigen el conteo voto por voto o la nulidad de la elección (parecen no decidirse), y otros, que de una vez se declare como definitiva la victoria de la fórmula que obtuvo más votos. Esta situación no es nada beneficiosa, pues así, además de dar una señal de inestabilidad política, se está dejando a un lado la imperiosa obligación de enfrentar y resolver los problemas. Conviene, entonces, que las fuerzas políticas trabajen en crear, en el menor plazo posible, un clima de tranquilidad y estabilidad, así como buscar los entendimientos necesarios para construir un mejor futuro para El Salvador.
Es llamativo que los que hasta hace poco defendían la importancia de un clima de tranquilidad y paz, que por décadas han criticado a los que salen a las calles a exigir sus demandas, acusándolos de revoltosos y de comunistas, sean los que ahora se vuelcan a la vía pública, generan desorden y buscan la desestabilización que antes tanto temían y condenaban. Arena prometió en su campaña un clima democrático y respetuoso con las instituciones, que favorecería la inversión y el desarrollo del país. Aunque no hayan logrado los votos suficientes para la Presidencia de la República, tienen el deber de cumplir sus promesas, aun desde la oposición.
Y desde ella pueden hacer mucho, tanto para atraer inversión como para que los indicadores de competitividad y riesgo no se deterioren, y así contribuir a crear el clima de paz que todos los salvadoreños desean. Arena debe entender que aceptar no haber ganado la elección no es haber sido derrotado. El 9 de marzo, el partido de derecha estuvo muy cerca del triunfo. A pesar de haber salido de la primera vuelta con una clara desventaja, tuvo la capacidad de remontar la diferencia y acumular un número de votos que jamás había logrado. Eso le da fortaleza y un peso en la vida nacional que ya muchos daban como cosa del pasado. Lo que le corresponde es aprovechar su actual estatus y usarlo en pro de los principios que dice defender.
Mientras se definen las demandas presentadas ante la Sala de lo Constitucional, el país debe seguir en marcha, sin paralizarse. Desde esta perspectiva, es bueno que haya iniciado ya el proceso de transición del Ejecutivo. Apenas quedan dos meses y medio para el cambio de Gobierno y el trabajo al respecto no es poco. Una buena transición supone un buen punto de partida para el nuevo mandatario, y cabe esperar que el saliente ponga todas las cartas sobre la mesa para que la administración Sánchez Cerén conozca por completo la situación del aparato estatal y pueda empezar a gobernar en firme. Aunque para algunos no sea de su agrado, es positivo que el equipo de transición esté constituido por la máxima dirigencia del FMLN y liderado directamente por el nuevo presidente, pues eso muestra que el Frente está interesado en conocer, al más alto nivel, qué realidades deberá enfrentar.
Las transiciones son momentos en los que deben tomarse decisiones importantes, comúnmente de carácter político. El período de transición es oportuno para conocer a fondo la situación del país, los compromisos asumidos, los proyectos en marcha, todo lo que está pendiente o en proceso, así como las dificultades principales que el Gobierno en funciones enfrenta. Que la comisión política del FMLN esté al tanto es bueno. Es de esperar que ese conocimiento les permita hacer una política más realista y elegir a las personas más idóneas y capaces para dirigir los ministerios. Que la dirigencia del FMLN conozca de primera mano los detalles de la situación gubernamental es, sin duda, el primer paso para que el partido tome conciencia de que debe gobernar de acuerdo al estado y posibilidades del país, no en base a supuestos o dogmas ideológicos.
El abordaje de algunos problemas nacionales fue postergado para no generar anticuerpos en los electores. Una vez pasada la elección, es el momento de desengavetarlos, ponerlos sobre la mesa de la agenda pública y buscar soluciones. La transición puede ser un momento oportuno para enfrentar y resolver. De algún modo, solucionar asuntos de carácter impopular es el tributo del Gobierno saliente al entrante. Así, las decisiones impopulares no se le achacan al que llega, sino al que se va, con lo que la nueva administración puede iniciar su gestión con la mesa limpia y lograr más apoyo de la población.
Ojalá que en esta transición haya honradez y valentía, y se hile fino para resolver asuntos urgentes y críticos para el futuro salvadoreño. La reforma al sistema de pensiones, la ley de asocios público-privados, la ley general de aguas, la ley que prohíba la minería metálica y la reforma fiscal son algunos de los temas que deben definirse cuanto antes para construir un país justo y sostenible.