Jesús, Maestro a seguir

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Editorial UCA
14/04/2014

El protagonista principal de la Semana Santa es Jesús de Nazaret. Es bueno recordarlo, pues la sociedad de consumo, cada vez más secularizada, tienta con tantas opciones de ocio que se llega a pensar que lo central es el feriado, ir al mar, a excursiones, a lugares pintorescos, a centros comerciales. Actividades buenas y necesarias para el descanso y el recreo, pero que no son parte de lo que vuelve santa a esta semana. Nuestra sociedad, organizada para dar culto al dinero, ha hecho de esas actividades pequeños ídolos, como aquel becerro de oro al que el pueblo de Israel pretendió adorar. Hoy, les damos culto cuando nos lanzamos a ellas ciegamente, incluso estando fuera de nuestras posibilidades económicas, o cuando caemos en la trampa de buscar felicidad en la glotonería y la embriaguez.

Por el contrario, aprovechar estos días para conocer y reflexionar sobre Jesús de Nazaret puede ser muy provechoso. Puede ayudarnos a encontrar una felicidad profunda y verdadera, el sentido de nuestra existencia; a liberarnos de las opresiones. Jesús es modelo de vida para toda la humanidad, no solo para los cristianos. Hombres y mujeres de otras tradiciones religiosas manifiestan su admiración hacia él, consideran que vivió la condición humana a plenitud. Muchas veces somos los cristianos los que no estamos a la altura; con frecuencia, nuestras acciones no son coherentes con lo que decimos y creemos. Es por ello que algunos piensan de los cristianos lo mismo que decía Jesús de los escribas y fariseos: "Hagan lo que les dicen, pero no les imiten en lo que hacen". Es decir, la enseñanza es buena, pero no la ponemos en práctica o la negamos con nuestras acciones. En nuestro caso, la criminalidad, la falta de acceso a salud y educación de calidad, los salarios de hambre, la corrupción, el consumismo y las abismales diferencias socioeconómicas ponen en cuestión si los salvadoreños somos de verdad cristianos.

Para que las Iglesias y los que las integramos tengamos ante el mundo mayor credibilidad, no basta con predicaciones muy hermosas, llenarnos la boca con palabras de alabanza y adoración a Dios, o participar en esas largas y costosas procesiones de Semana Santa. La credibilidad se adquiere cuando se muestra coherencia entre lo que decimos creer y lo que realmente hacemos. Y de esa coherencia Jesús es brillante modelo. En Él encontramos a un maestro que nos enseña cómo responder a la voluntad de Dios Padre y cumplirle en todo; es decir, "amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo". Esta es una de las primeras enseñanzas que debemos retomar. Para Jesús, el amor a Dios no puede separarse del amor al prójimo; aun más, es amando al prójimo como se ama a Dios. Por tanto, cada vez que despreciamos a una persona, cuando negamos nuestra ayuda o nuestra solidaridad, cuando maltratamos o nos aprovechamos de nuestro prójimo, despreciamos, negamos y ofendemos a Dios; no nos engañemos.

Jesús se volcó a hacer el bien. Su vida pública, de muy corta duración, fue de intenso servicio a los demás. Durante tres años se dedicó por entero a anunciar el Reino de Dios con hechos y con palabras. Y tuvo eco especialmente con los pobres, los lisiados, los enfermos, aquellos que no podían cumplir la ley. A ellos les manifestó abiertamente, con hechos y con palabras, que contaban con el amor divino, que eran los preferidos de su Padre y que era deseo de Dios que tuvieran vida en abundancia. Jesús se convirtió en el pastor de una multitud que andaba perdida, a la que comunicó amor, consuelo y esperanza. Les enseñó que el verdadero amor se muestra en la solidaridad con el dolor y el sufrimiento ajeno.

Pero no solo se puso al lado de los pobres; Jesús también se opuso a todo poder opresor, ya fuera político o religioso. Afirmó que ese poder era usurpado, que el verdadero está al servicio del bienestar del pueblo. Fue muy duro con los que usaban el poder para provecho propio y criticó las leyes que no estaban en función de la persona. Incumplió la ley del sábado tantas veces como le pareció necesario, para dejar bien claro que liberar, sanar, hacer el bien está por encima de toda ley, por sagrada que sea. Y esa forma de actuar le costó la vida, llevó a que las autoridades de su tiempo tomaran la decisión de matarle. Pero ello no detuvo a Jesús. Siguió hablando claro y alto, denunciando con fuerza las injusticias. Se fue a meter a Jerusalén, al centro del poder religioso y político, para decirles que el verdadero poder es el que viene de Dios, el que se basa en el amor, en la justicia, en la verdad; lo callaron clavándolo en una cruz. Y esa fue su última y gran enseñanza: la fidelidad al amor de Dios y al prójimo debe ser total, y si es necesario hay que llegar a las últimas consecuencias.

Mucho debemos aprender de Jesús, el Maestro, como a él le gustaba que lo llamaran. Ojalá que esta Semana Santa sea ocasión para ello; ojalá nos decidamos a seguirle, a actuar como él, haciendo el bien y liberando a nuestros hermanos oprimidos por el mal, tal como hicieron monseñor Romero y tantas personas buenas de nuestro país.

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Anónimo
15/04/2014
18:20 pm
\"Sin palabras\" Ojalá la mayoría de cristianos tuviéramos arraigado este pensamiento en nuestra conciencia.
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