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El Salvador necesita una reforma fiscal para poder ser un país habitable y sostenible a mediano plazo, para poder encarar con posibilidades de éxito el camino del desarrollo. Son muchos los estudios de economistas reconocidos y de instituciones multilaterales que han señalado la necesidad de esta reforma fiscal. Incluso lo han reconocido las organizaciones empresariales, cuando actúan con honestidad y no con mentalidad corporativista en defensa de sus intereses particulares.
La reforma fiscal es necesaria para que el Estado pueda operar como es debido sin que aumente el endeudamiento, el cual ha ido creciendo en la última década, y en especial en este año. Seguir aprobando presupuestos deficitarios que se financian a través de deuda es una grave irresponsabilidad. Una economía que cada año se endeuda más va camino a la quiebra.
El endeudamiento progresivo compromete gravemente el futuro, dado que se entra en un círculo vicioso: al aumentar los intereses de la deuda, cada año toca destinar para su pago una parte mayor del Presupuesto de la Nación, lo que a su vez requiere de obtener más préstamos para disponer de los recursos que el Estado necesita para funcionar. Y así se compromete la capacidad de pago del país. Esto es lo que ha pasado en Grecia recientemente, y las consecuencias de ello, como hemos visto, son nefastas para toda la población.
Pero El Salvador, a diferencia de Grecia y de otros países, no se ha endeudado porque esté gastando demasiado, sino porque el Estado no tiene los ingresos suficientes, no recauda lo suficiente, para poder cumplir con todas las tareas que le corresponden. Se requiere, pues, de un mayor Presupuesto; se requiere una mayor recaudación; se requiere, entonces, de una reforma fiscal.
La reforma fiscal en El Salvador es también necesaria porque tenemos un sistema fiscal que no tiene en cuenta las tremendas desigualdades de nuestra sociedad. La mayoría de los ingresos se obtienen mediante impuestos indirectos como el IVA, es decir, impuestos que pagamos todos por igual, independientemente de las posibilidades de cada quien. La reforma fiscal es necesaria para que paguen más los que más tienen y para que paguen más los que se aprovechan más de los recursos del país.
Ello supone aplicar una carga tributaria progresiva, modificando el actual impuesto sobre la renta, tanto de las sociedades como de las personas naturales, para gravar más a las rentas mayores. También debe cambiar el IVA. No aumentándolo por igual, sino proponiendo un IVA diferenciado por tipo de productos: menor para los artículos de primera necesidad y mucho mayor para los productos suntuarios y los importados, que por no producirse en el país afectan enormemente a la balanza comercial.
Otro aspecto importante en esta reforma fiscal debe ser incrementar las tasas de pago a la seguridad social de aquellos que tienen salarios más altos. Además, se requiere de un mayor control a la evasión fiscal, tan común en nuestro país.
El Estado, por su parte, tiene que aumentar el nivel de transparencia de sus gastos, eliminando la partida secreta y acabando con la práctica de que los presupuestos no ejecutados por los ministerios pasan a engrosar el de Casa Presidencial. También debe imponerse una mayor austeridad en los gastos del Gobierno y en los beneficios que reciben sus funcionarios. Es perentorio que éstos tengan los mismos derechos y deberes que el resto de trabajadores del país.
Estamos a pocos meses de la aprobación del Presupuesto General de la Nación del próximo año. Un Presupuesto que debe tener en cuenta los graves problemas nacionales y destinar los recursos necesarios para poder resolverlos a mediano plazo. Para no seguir comprometiendo el futuro de la nación, este Presupuesto debe ser mayor a los de años pasados, pero a la vez menos deficitario. Por ello, urge aplicar una reforma fiscal; a estas alturas del año, esta reforma es impostergable.
