El sábado pasado había temor en el ambiente. La campaña había sido tan dura, y el peso de la alianza mediática, económica y política tan oprimente, que había gente que desconfiaba de lo que podía pasar. Se hablaba demasiado de fraude. Algunos colegios privados, varios de ellos bilingües, decidieron no tener clase el lunes por si pasaba algo. No faltaban los padres de familia que recomendaban a sus hijos salir a votar temprano y regresar pronto a la casa. En algunas instituciones se solicitaba seguridad especial para el que se dio en llamar el "día D". Incluso en medio de un inicio normal y tranquilo de las elecciones, a medio día del domingo, algunos decían que a lo mejor pasaba algo en la tarde. La campaña del miedo había extendido el temor a demasiados niveles.
Sin embargo, todos los pronósticos tremendistas se vinieron abajo por la madurez del pueblo salvadoreño. La gente salió a votar. Disminuyeron notablemente los incidentes y las irregularidades con respecto a las elecciones del 18 de enero. El conteo del Tribunal Supremo Electoral fue rápido, confiable, transparente y sereno. Los candidatos, tanto el triunfador como el derrotado, asumieron posiciones nobles y constructivas. Los festejos, aunque masivos e improvisados, fueron simplemente expresión de pacífica alegría.
Todo ese conjunto de acontecimientos, descrito muy brevemente, nos habla de un pueblo maduro para la democracia, para la alternancia en el poder, para vivir democráticamente sin traumas y con capacidad de diálogo. Es más, un pueblo que nos da una lección a los políticos, a los analistas y a los comentaristas, que con demasiada facilidad tendemos al tremendismo. Un pueblo más maduro que sus líderes y que, gracias a Dios, transmite también madurez a su liderazgo.
Madurez que sin duda tuvieron también las instituciones. La UCA, a través del IUDOP, realizó, además de una observación cualitativa masiva, un conteo rápido de resultados a través de las actas de una muestra de 2,500 Juntas Receptoras de Votos. La coincidencia entre la muestra del IUDOP y los resultados ofrecidos por el Tribunal Supremo Electoral es prácticamente exacta. Aunque sigamos pensando que es necesario separar en el Tribunal las funciones administrativas, que las deben seguir llevando los políticos, de las funciones jurisdiccionales, que deben ser dirigidas por personas separadas de la política, lo cierto es que el actual equipo de Magistrados ha manejado bien las elecciones. Ha dado muestras evidentes de verdadera preocupación por manejar el proceso electoral con eficacia, transparencia y espíritu democrático.
Nos queda ahora mantener esa misma madurez para recordar que el país tiene básicamente dos grades tendencias. Una que tiende a privilegiar la libertad económica y otra que tiende a insistir en la solidaridad social. El presidente electo, Mauricio Funes, con la misma madurez que estamos alabando en nuestro pueblo y en el Tribunal, ha ofrecido una vía de diálogo entre ambas tendencias, con un lenguaje muy medido y abierto a todos. De ese diálogo, sin que las partes renuncien a los principios básicos de sus valores, debe salir un verdadero esfuerzo nacional en favor de un desarrollo económico y social más dinámico, más equitativo y más apoyado por todos.