La mejor inversión

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Hace unas semanas se inauguró una nueva etapa del centro comercial Plaza Mundo, ubicado sobre el Bulevar del Ejército, a la entrada de Soyapango. Desde entonces, se ha visto por todas partes cantidad de publicidad invitando a la población a visitar dicho centro comercial, un "lugar mágico", para que así los negocios allí instalados vendan y se inicie el ciclo del negocio.

Ciertamente, en Plaza Mundo, como en los otros centros comerciales que funcionan en el país, se genera empleo. Se crearon empleos para su construcción y se requieren empleados para la operación del mismo, tanto en su conjunto como en cada uno de los negocios que allí funcionan. Pero, por lo general, estos empleos no son de calidad. En los centros comerciales se pagan bajos salarios, los horarios son extensos y la seguridad laboral no siempre está garantizada.

Además, un centro comercial, por muy necesario que sea para un sector de la economía y para el ocio ciudadano, no abre camino para el desarrollo que requiere el país. La mayoría de los materiales que se utilizan para la construcción y equipamiento de los mismos son importados. La mayor parte de lo que se vende en los distintos negocios que albergan son productos foráneos. La mayoría de las comidas que se ofrecen en el área de restaurantes responden a franquicias extranjeras.

En definitiva, un centro comercial es como un espejismo. En ellos, el dinero pasa de una mano a otra sin que en realidad se produzca nada. En ellos, encontramos ambientes de diseño y agradables, pero donde la convivencia ciudadana se limita a las pautas de la lógica comercial privada; productos que gustan mucho, pero que no están al alcance de todos por su elevado costo; comidas elaboradas en El Salvador, pero que deben pagar un canon a las empresas extranjeras dueñas de la marcas. Así, cada centro comercial, tal y como se han planteado en el país, supone un incremento en el valor de las importaciones y, por tanto, nos deja una balanza comercial cada vez más deficitaria.

Este es uno de los problemas que tenemos en El Salvador. Nuestra intensa cultura consumista y pobre industria nacional nos han llevado a lanzarnos con voracidad sobre productos extranjeros. No solo cuando compramos un celular consumimos una marca extranjera, sino también cada vez que hacemos una llamada telefónica, aun cuando es nacional. Igual ocurre cuando comemos pizza, pollo, ensalada o helado de marca internacional en un centro comercial. Por todo ello se tiene que pagar siempre un porcentaje a la empresa matriz, y esto se contabiliza como una importación.

Mientras tanto, las exportaciones, es decir, los artículos que se fabrican en El Salvador y se venden en el extranjero, palidecen bajo la sombra del monto de las importaciones. Así no es posible que la economía crezca ni que el desarrollo se extienda. La inversión que realmente traerá desarrollo para la gente será aquella que nos lleve a producir y exportar más. La mejor inversión será, por tanto, aquella que sea productiva: la que genere lo que ahora tenemos que comprar en el exterior e incremente la producción nacional exportable.

Por supuesto, este tipo de inversión es más riesgosa y supone menores ganancias, pero es mejor para el país en tanto requiere de mano de obra cualificada, paga mejores salarios y supone mayor seguridad laboral. Para que podamos tener este tipo de inversión, hay que seguir invirtiendo en educación e investigación, y hay que ser más creativos y comprometidos con el país. Esta es la inversión que el país requiere para transformarse, para crecer económicamente y para dar digna respuesta a ese ejército juvenil que año con año deja las aulas y sale a la calle en búsqueda de un empleo que les ofrezca oportunidades de desarrollo y sustento.

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