Cuando las campañas electorales comienzan con excesiva antelación, la sociedad civil debe responder con análisis estructurales y aportes al rumbo que el país debe tomar. No puede ser que la política se dedique a prometer paraísos, a atacar al oponente, a crear polarización y a aumentar la desconfianza de una parte de la población en la otra parte, mientras la sociedad permanece callada. Es cierto que todavía no arrecian los insultos ni la agresividad. Pero es necesario, ya definidas algunas de las opciones mayoritarias, que la sociedad comience a opinar sobre los avances sociales, políticos y democráticos que El Salvador necesita.
La sociedad civil no puede sustituir a la política. Sin políticos, estaríamos peor. Sin embargo, lo que sí debe y puede hacer la primera es discutir desde la racionalidad y la inteligencia cuáles son los rumbos que El Salvador debe tomar. Y cuando unas elecciones se acercan, con su dosis de irracionalidad tradicional, el mundo intelectual, especialmente, debe proponer tanto ideas como medidas estratégicas que se sometan a discusión y debate. Y debe desenmascarar también toda afirmación o propaganda que sea demagógica o simplemente mentira. Domesticar la irracionalidad semisalvaje, o al menos silvestre, de algunos de nuestros políticos no es tarea fácil. Pero es la sociedad civil que no busca beneficio económico, sino simplemente intelectual y humano, la única que puede domar a ese hato bravo que con frecuencia milita en los partidos.
Hay temas que se deben imponer en el debate. Discutir sobre ideologías, sobre si un partido es de derecha o de izquierda, puede ser irrelevante. Tener una posición en torno a la educación, la inversión que se le asigna, la universalización del bachillerato, la ampliación de la opción universitaria, la dignificación de la carrera docente y la calidad educativa, eso sí es necesario para que el futuro sea un poco mejor que la miseria del presente. El establecimiento de un sistema único de salud pública, que como propuesta tanto alarma a los palabreros que hoy están al frente de la ANEP, es un tema básico de justicia social que debe debatirse con claridad durante una campaña electoral. Es vergonzoso que la cuestión se haya prácticamente olvidado. Una reforma fiscal seria, con una revisión del impuesto sobre la renta, con un impuesto predial responsable, impuestos al lujo y un IVA escalonado que suba algún punto a los productos no indispensables (perfumes y vehículos recreativos, por ejemplo), es imprescindible para financiar el desarrollo. El fomento de la productividad, el acceso a la propiedad de los trabajadores de bajos ingresos, el salario decente, la recuperación del agro son temas insoslayables en un debate preelectoral.
Ignacio Ellacuría decía que las universidades deberían unificar su política de investigaciones "en orden a establecer y operativizar lo que puede llamarse un plan de nación". Pensar en El Salvador, y sobre todo pensar el país, es tarea universitaria y de toda la sociedad. Sería absurdo que se nos impongan recetas neoliberales o del socialismo del siglo XXI. El Salvador es un país con características concretas, urge pensarlo y pensarlo bien. Y es necesario hacerlo justo ahora, cuando la campaña anticipada preludia frases demagógicas, descalificaciones personales, recetas simples y absurdas, sueños de opio político para dormir a las masas. Entrar en el debate con racionalidad, con crítica y con propuesta es, ante una elección política, una obligación civil.