La minería metálica pone a El Salvador ante un dilema importante, que aparentemente no es fácil de resolver. Se trata de elegir entre la posibilidad de obtener riqueza y trabajo a partir de la explotación de los yacimientos de oro y plata, y la necesaria defensa del medioambiente. La minería metálica, por su naturaleza y por las condiciones que exige su explotación, obliga a una elección entre dos realidades que en El Salvador no pueden coexistir: el oro o la vida. Es importante tener esto claro, pues hay personas que están confundidas o que esconden la verdad en beneficio propio. Los defensores de la minería metálica afirman que esta aportará desarrollo por la generación de miles de puestos de trabajo y los miles de millones de dólares que se obtendrán de la exportación de los metales preciosos. Pero esconden deliberadamente que ese trabajo y esa riqueza estarán envenenados, ya que para originarlos se deberá talar bosques, destruir cerros, contaminar mantos acuíferos y abandonar cultivos. También esconden que una vez agotadas las minas, lo único que le quedará al país será un medioambiente contaminado en extremo, donde la vida humana, animal y vegetal será muy difícil.
Cuando hay que optar entre la vida humana en condiciones saludables y la riqueza generada por un mineral, aunque sea de gran valor, como el oro o la plata, la opción siempre debe ser a favor de la primera. Esta es la respuesta desde la ética y el pensamiento cristiano. La obsesión por el oro no responde más que al deseo de enriquecimiento a cualquier costo, lo que en definitiva es una forma moderna de idolatría. Es el culto al ídolo oro, que exige ofrecerle como sacrificio el medioambiente y la vida humana. Esto es lo contrario de la visión cristiana, en la que la creación y todas las cosas sobre la tierra están al servicio de la vida del ser humano y de su realización plena. Por tanto, desde esta lógica, debe evitarse todo lo que atenta contra la vida del ser humano.
El Salvador, tal como lo confirman diversas organizaciones internacionales, es ya un país muy vulnerable. Esta realidad debe ser tomada en serio por toda la población, y de manera especial por nuestras autoridades, tanto municipales como nacionales. Tan alto nivel de vulnerabilidad se debe a los muchos errores que se han cometido en el pasado, unos por desconocimiento y otros para proteger intereses particulares; errores que han supuesto la destrucción y contaminación del medioambiente y, con ello, el incremento del riesgo para la vida humana. Es de sabios aprender de los errores cometidos; de necios, repetirlos una y otra vez. Neciamente actuaría el Gobierno de El Salvador si permitiera la minería metálica, si otorgara el permiso de operación a las empresas mineras que buscan extraer el oro y la plata que alberga nuestro territorio.
Desde el punto de vista ambiental, la minería metálica no puede desarrollarse en El Salvador por varias razones. En primer lugar, porque se incrementaría aún más la vulnerabilidad del país. En segundo lugar, porque supondría un deterioro del medioambiente y de los ecosistemas, de por sí ya muy deteriorados. Y, en tercer lugar, porque El Salvador está muy cerca de lo que se conoce como estrés hídrico. Lo que significa que no existe suficiente agua en condiciones sanitarias para el consumo humano. Como la minería metálica requiere de grandes cantidades de agua, la crisis hídrica en nuestro país se agudizaría. Por un lado, tendríamos una mayor contaminación de los mantos acuíferos y, por otro, no habría suficiente agua para satisfacer la demanda para el consumo humano.
Además, permitir la minería metálica en El Salvador significaría anteponer el lucro de las empresas mineras extranjeras a los legítimos intereses del pueblo salvadoreño. Aceptar las minas sería plegarse al ídolo oro para rendirle tributo, sacrificándole la vida humana y el medioambiente. Por eso, la UCA se suma a las muchas voces que en El Salvador han manifestado una firme oposición a la minería metálica. A fin de que se garantice que no habrá explotación minera, pedimos a la Asamblea Legislativa que apruebe, con carácter de urgencia, una ley que prohíba la minería metálica en El Salvador.