Es casi de rigor que al iniciar un nuevo año se planifiquen actividades y se evalúe lo hecho antes. Con ese ánimo, es oportuno pasar revista a la economía del Estado salvadoreño, que como ya es habitual desde hace décadas cerró 2012 con un déficit fiscal importante. Aunque los números son preliminares, los gastos han superado a los ingresos en unos 800 millones de dólares. Para cubrir ese déficit y para que el Estado dispusiera de dinero para sus gastos, se recurrió a la emisión de Letras del Tesoro, comúnmente llamadas "Letes", que equivalen a préstamos de corto plazo. En este caso, instituciones financieras e inversionistas le prestan dinero al Estado a cambio de recibir un interés en el plazo del préstamo. Al vencerse este, el Estado debe devolver a los prestamistas el valor de las Letes. En 2012 también se recurrió a la emisión de Eurobonos y se suscribieron numerosos préstamos con diversas instituciones financieras, especialmente con el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial.
En general, el déficit fiscal lleva al incremento del endeudamiento estatal. Si este endeudamiento es muy grande, supone un peligro para el Estado en la medida en que este tienen menor capacidad de pago y, por consiguiente, es castigado por las instituciones financieras internacionales, principalmente por el Fondo Monetario Internacional, que en teoría vela por la salud y sostenibilidad de las economías. Además, un Estado muy endeudado entra en el círculo vicioso de tener que reservar una mayor parte de sus recursos para pagar intereses y honrar sus deudas, en detrimento de los gastos de beneficio social. Es decir, se termina prestando para pagar una deuda que crece.
En estas últimas semanas, se ha hablado mucho sobre el tema. Al parecer, hay una gran preocupación por el crecimiento del déficit fiscal y la deuda pública. Sin embargo, la única propuesta que ha salido a la luz va en la línea de disminuir el gasto. Ciertamente, es importante controlarlo y cortar de raíz cualquier tipo de despilfarro en las instancias gubernamentales. Pero ello solo no basta; es también fundamental que el Estado disponga de los recursos necesarios para cumplir su función. Todos sabemos que el presupuesto dedicado a educación es insuficiente; los expertos afirman que este deberá duplicarse si se desean alcanzar los mínimos de calidad. Igualmente ocurre con la salud: la situación de los hospitales públicos sigue siendo precaria; en 2012 no hubo dinero suficiente para adquirir todos los medicamentos; y los servicios de salud están frecuentemente saturados. Hay que seguir invirtiendo en hospitales, centros de salud, equipos médicos para poder atender debidamente a la población.
Aunque salud y educación son lo más urgente, hay otras instancias que también requieren de más recursos estatales: la Fiscalía General de la República, la PNC, así como los ministerios de Economía, de Agricultura y de Medio Ambiente... Por su parte, las alcaldías están pidiendo más fondos para atender las necesidades de sus municipios; en concreto, solicitan un mayor porcentaje del presupuesto para el Fodes. Bastan estos ejemplos para darnos cuenta de que el problema presupuestario no es solo de gasto excesivo, sino también de ingresos insuficientes. Y esto hay que resolverlo a muy corto plazo. Nadie quiere oír hablar de más o de mayores impuestos, pero esta actitud no ayuda a resolver la cuestión. Es necesario que al igual que se pide disciplina fiscal al Estado se pida disciplina fiscal a la ciudadanía, de modo que todos cumplan con sus obligaciones tributarias.
Por otra parte, debe existir apertura de cara a incrementar los impuestos para que el Estado funcione como es debido. Por supuesto, de caminarse en esta vía, el Gobierno tendrá que tomar en cuenta a la sociedad entera para alcanzar un pacto fiscal que garantice la sostenibilidad de las finanzas públicas y la satisfacción de las necesidades básicas de la gente, en especial de los más pobres; y establezca las prioridades a futuro de la inversión y del gasto público. De lograrse este pacto fiscal, se eliminarían muchas tensiones innecesarias y se encaminaría al país por la senda de un mejor desarrollo. Ya que tantas veces se cita a Estados Unidos como el modelo a seguir, veamos cómo trabajaron para impedir el abismo fiscal y alcanzar un acuerdo en pocos días. ¿Por qué no hacemos lo mismo en El Salvador?