Libertad de empresa y Estado

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El neoliberalismo es una concepción ideológica que defiende el libre mercado capitalista como el mejor camino para lograr el desarrollo de una sociedad. A la vez, considera contraproducente la intervención del Estado y ve al mismo como un estorbo para el desarrollo y la expansión de la economía nacional/global. Los neoliberales promueven que el Estado sea lo más pequeño posible, que sus funciones estén muy limitadas, pues, a su juicio, es ineficiente y, por ello, muchas de sus tareas clásicas (como los servicios públicos) deben privatizarse y trasladarse a los agentes privados, que, en teoría, son más productivos y eficientes que los entes públicos.

Estas ideas neoliberales son las que defiende la gran empresa salvadoreña y centroamericana. Por ello, los empresarios del istmo, coherentes con ese marco de pensamiento, no están dispuestos a aportar al Estado los fondos que éste necesita para realizar adecuadamente sus funciones y se oponen tozudamente a la creación de nuevos impuestos y al incremento de los mismos para las rentas más altas. Bloquean así cualquier reforma fiscal, porque a su entender ello les perjudica; bloquean así el desarrollo del país. Tampoco quieren los empresarios que el Estado actúe como un ente regulador, porque ello impide que sea el mercado quien regule la economía. Para el neoliberalismo, toda regulación supone una limitación al desarrollo de las empresas y coarta su libertad.

Desde lo anterior se explica la actitud de los empresarios salvadoreños que, ante cualquier intento de regular el mercado o las actividades de empresas que producen o comercializan artículos de primera necesidad (como las medicinas), en seguida hablan de que se está atentando contra la libre empresa y el libre mercado, y que el Estado ha iniciado una persecución en su contra. Sin embargo, velar por la vida de las personas más vulnerables y garantizar que no se cometan injusticias entre los ciudadanos son funciones que un Estado no puede dejar de asumir. Si una empresa está causando daño a la población, el Estado debe intervenir y defender los intereses de los afectados; intereses que están por encima de los de la empresa, por muy buena que ésta sea.

La crisis financiera de 2008 y la actual crisis económica mundial se dieron porque los Estados no cumplieron con su deber de regular los mercados financieros, dando así libertad casi absoluta a las empresas financieras, que usaron y abusaron de actividades especulativas y fraudulentas. Ello llevó a una de las más grandes crisis económicas de la humanidad, que ha causado daños a decenas de millones de personas que hoy no tienen trabajo, perdieron su casa y sus ahorros, y viven en condiciones muy difíciles sin una seguridad social que las apoye.

El Estado no puede abandonar la tarea de ser árbitro de la sociedad y defender los intereses de los ciudadanos más desprotegidos. De hacerlo, se convierte en cómplice de las injusticias que sufra la población al estar en abandono. El Estado debe intervenir de inmediato ante situaciones que afecten a la mayoría de la población; no puede poner la libertad de empresa y de mercado por delante de los intereses de un pueblo.

En El Salvador, un ejemplo de ese tipo de situaciones es el alto costo de las medicinas. Es obligación del Estado parar ya la voracidad de las empresas químico-farmacéuticas, regular los precios de las medicinas y normar el establecimiento de las farmacias. Si el negocio de las farmacias no fuera tan jugoso, no habría tantas en todo el territorio nacional, no se vería unas junto a otras en una misma calle, como sucede en muchas partes del país. El alto e injustificado costo de las medicinas y las desorbitadas ganancias de las empresas farmacéuticas se dan a costa de la vida de muchos de nuestros hermanos y hermanas salvadoreñas, que cuando se enferman no pueden pagar los medicamentos que les son necesarios o deben endeudarse por varios años para cubrir los costos de los mismos. Poner orden y control a algo tan necesario como es el acceso a la salud no es afectar la libertad de nadie; por el contrario, es garantizar la vida de un pueblo y defender la libertad de todos.

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