Libertad de expresión, ¿para todos?

Desde que el FMLN ganó las elecciones presidenciales en marzo del año pasado, buena parte de los medios de comunicación y otras organizaciones de derecha que se autoproclaman protectores de la democracia están muy preocupados por la defensa de la libertad de expresión. Pero ¿qué entienden cuando hablan de libertad de expresión? Ciertamente, no se refieren a la libertad de un pueblo para expresar sus ideas, plantear sus demandas o defender sus derechos ciudadanos. Pues no han sido pocas las veces que estos mismos medios han criticado a los sectores populares cuando han expresado sus demandas por medio de manifestaciones —una de las pocas formas de expresión que le quedan al pueblo—.

Los que hoy defienden la libertad de expresión atentan constantemente contra la misma y contra la ética de la información cuando, incumpliendo el deber que tienen de informar, pasan por alto importantes acontecimientos que ocurren en nuestro país. Hechos que al no ser de su agrado no existen para ellos. Así niegan una y otra vez la libertad de expresión del pueblo y ejercen un periodismo sin ética, con poca objetividad, al servicio de una clase política y económica y de su ideología.

Un ejemplo muy notorio de la forma en que los medios de comunicación de nuestro país han negado la libertad de expresión por años ha sido la total ausencia de información sobre los actos de conmemoración del asesinato de monseñor Romero y de la masacre de los jesuitas de la UCA, a pesar de que en ellos han participado miles de salvadoreños y salvadoreñas.

Es muy claro que la libertad de expresión que la derecha defiende hoy, desde los medios y desde sus organizaciones civiles y políticas, no es la libertad de expresión para todo un pueblo. Solo están defendiendo su libertad para expresar todo lo que desean con total impunidad, sin tener que demostrar con pruebas que lo que afirman es verdadero.

Llama la atención también que la libertad de expresión se defienda de modos diversos, según quién detente el poder político. Si los que gobiernan son amigos, la libertad de expresión no es importante; si, por el contrario, quienes están en el Gobierno no son amigos o incluso son potenciales enemigos, la libertad de expresión se convierte en algo muy importante. Pocos —por no decir ninguno— de los que hoy se han convertido en abanderados de la libertad de expresión defendieron ese derecho para el pueblo en los tiempos de las dictaduras militares y de los gobiernos de facto, que, como todos sabemos, conculcaron ese y la mayoría de los derechos humanos y políticos.

La libertad de expresión es un derecho muy importante y debe ser defendido por todos los salvadoreños y salvadoreñas con verdadero espíritu democrático. Una libertad de expresión a la que tengan acceso todos los estamentos de la sociedad y todos aquellos que tengan algo que expresar. No hay libertad de expresión si esta solo pertenece a los que controlan los medios de comunicación social. Por tanto, el primer paso hacia una verdadera libertad de expresión es la democratización de los medios de comunicación social, el libre acceso a los mismos para todos los sectores sociales.

El motivo por el que hoy la libertad de expresión está sobre el tapete es la esperada sentencia de la Corte Suprema de Justicia sobre la constitucionalidad del artículo 191 del Código Penal, que impide que "los juicios desfavorables de la crítica política, literaria, artística, histórica, científica, religiosa o profesional" sean castigados penalmente. Mientras la derecha defiende la constitucionalidad de este artículo y se opone a su reforma, la izquierda considera que es inconstitucional y una aberración jurídica, ya que impide el derecho de todo ciudadano a ser defendido contra una calumnia.

El artículo, en realidad, da carta blanca a la crítica de todo tipo; posibilita que se puedan hacer afirmaciones sin que sea necesario responder por ellas y mostrar sus fundamentos. Por ello, utilizar dicho artículo sin ética, como acostumbran hacer muchos de los medios, da pie a que se pueda faltar a la verdad y se dañe la imagen de las personas con total impunidad. Ciertamente, es necesaria una revisión de esta normativa a fin de garantizar que haya libertad de crítica, pero con el debido respeto que toda persona merece y sin faltar a la verdad.