Lo que queda por delante

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Editorial UCA
02/04/2014

Por fin, recursos e impugnaciones agotados, se definió la legalidad y la legitimidad de la elección presidencial de Salvador Sánchez Cerén. Es evidente que si la elección ha sido legal, es también legítima. Podemos ahora preguntarnos qué es lo que queda por delante. Pregunta necesaria porque no hay duda de que el tiempo que viene será difícil. La deuda externa y la previsional son muy altas. El crecimiento económico, bajo. La inversión social, aunque haya ido creciendo, no cubre las demandas de educación y salud de calidad, por solo mencionar dos aspectos básicos del desarrollo. La escasez de recursos y la necesidad de pisar a fondo el acelerador del desarrollo pintan un escenario complicado. Por otra parte, la mayoría de la población desconfía tanto del liderazgo político como del empresarial. La violencia continúa siendo una plaga difícil de extirpar, pues tiene raíces en desigualdades ofensivas, en culturas machistas y en corrupción de los liderazgos.

Frente a tiempos difíciles se pueden enumerar muchas soluciones. Algunas, de tipo autoritario, no caben en la democracia ni resuelven los problemas. Otras se lanzan al exterior, dejándola en manos de la inversión extranjera. Y no faltan los que ponen las esperanzas en la vuelta al colón, en la austeridad o en la subida de impuestos. Aunque algunos de estos últimos elementos habrá que manejarlos, tampoco hay solución si no se ponen criterios claros de desarrollo que superen la palabrería y se puedan constatar como reales en el quehacer político. Poner a nuestra gente, especialmente a los más marginados, como primera prioridad, es la base. Y en esa base deberíamos estar unidos.

Pero además hará falta diálogo, austeridad, ética. Cuando las tareas son difíciles, la necesidad de sacrificio es también evidente. Y por supuesto, necesitaremos también desarrollar la capacidad de unirnos en proyectos de realización común. Algunos, especialmente los más privilegiados, tendrán que poner un poco más en la necesaria cuota de sacrificio, para ganar todos, ellos también, en el largo plazo. Sin generosidad hoy, no habrá futuro decente mañana. Sin diálogo, no encontraremos caminos de salida. Sin austeridad, será difícil superar esta especie de idolatría consumista tan enraizada entre nosotros, que lleva con frecuencia hacia el individualismo y la falta de solidaridad, cuando no a la corrupción y al crimen. La ética que se alimenta de valores como la igual dignidad de la persona, la libertad como posibilidad de desarrollar las propias capacidades y la solidaridad como dimensión vinculante de humanidad debe estar presente en nuestras acciones, discusiones, debates y diálogos.

Y qué decir del sacrificio. Los que estamos en una situación de privilegio debemos aportar más. Las cargas del desarrollo común no pueden ponerse en los menos favorecidos. No hay duda de que la riqueza se produce entre todos. Y tampoco de que esa riqueza producida por todos no se reparte, generalmente, de un modo equitativo. Si bien no debemos imponer un igualitarismo absoluto, crecer en equidad es necesario para El Salvador. Y eso implica cierto nivel de sacrificio para quienes tradicionalmente han sido los más beneficiados en el reparto de la riqueza que producimos entre todos. Sacrificio que es expresión concreta de la verdadera generosidad, que arriesga y da más cuando el desafío ético es mayor. A la larga, si invertimos en la gente, en un mejor nivel educativo, de salud y de vivienda, la productividad aumentará, y con ella la riqueza. El sacrificio de hoy es el desarrollo del mañana, y las élites deberían abrirse a esa perspectiva si quieren un país libre de violencia y con un desarrollo sostenible.

La polarización de la reciente elección ha dado paso a un nuevo ambiente. La mayoría de mandos del FMLN ha dado un ejemplo de calma, apertura y disposición al diálogo. Arena ha pasado, al fin, de un lenguaje demasiado agresivo a una promesa de oposición constructiva. La empresa privada ha dejado de lado el tremendismo exagerado con el que se manejó durante el período electoral. El presidente Funes ha moderado su lenguaje y sus mensajes, aunque aún le falta suavizar. Aprovechar estos meses para construir proyectos que comiencen a caminar con el nuevo Gobierno es ahora la urgencia. La mejora del clima político debe servir para dar pasos concretos que nos unan en temas fundamentales. Preparar el traspaso de poder es importante, pero es más urgente preparar soluciones de conjunto a la crisis económica y social del país.

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