Los empresarios y la izquierda

5

En su reciente gira por Brasil, el presidente Funes se hizo acompañar por un grupo de cincuenta empresarios salvadoreños, con el fin de que éstos pudieran conocer de cerca la realidad del país suramericano y la política de Lula, y entablar convenios y negocios con sus pares brasileños. A su regreso, en las primeras declaraciones, el representante de la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) dijo que habían aprendido "mucho", en especial sobre cómo el empresariado brasileño ha logrado trabajar con un Gobierno de izquierda. En otras palabras, durante la gira brasilera, los empresarios descubrieron que es posible que izquierda y empresa privada trabajen de la mano en función del desarrollo económico del país.

Y los que hasta ahora afirmaban que no había condiciones para invertir en el país y que para hacerlo había que estar "loco", después de esta visita dicen que "no hay que tener miedo a invertir en El Salvador". Estas declaraciones son una buena noticia. Ojalá que la visita les haya abierto los ojos a los empresarios salvadoreños y se decidan a invertir para generar empresas, empleos y más riqueza para todos.

Ahora bien, lo que queda en evidencia es que nuestro empresariado requiere cambios importantes de mentalidad, necesita modernizarse en casi todos los aspectos, y entender que la empresa privada no tiene que ser el centro de las políticas del Gobierno, sea cual sea su signo ideológico. Deben aprender a mirar a su alrededor y comprender que hay hermanos salvadoreños que por su situación de precariedad requieren la atención principal del Estado. Y que, en estricto sentido de solidaridad cristiana, ellos deberían apoyar esos esfuerzos poniendo de su parte para mejorar la calidad de vida de los más pobres.

Cuando un alto porcentaje de la población vive en la miseria o la pobreza, y no tiene acceso a la satisfacción de sus necesidades básicas, la prioridad del Gobierno debe ser resolver esta situación de injusticia estructural. Evidentemente, ello supone que quienes gozan de enormes privilegios, como la gran empresa, deben ajustarse un poco el cinturón.

Los empresarios del país, malacostumbrados tras décadas de operar bajo Gobiernos que les han facilitado todo, tratándolos con guantes de seda y enfocando toda su política en beneficio de ellos y sus empresas, no estaban preparados para trabajar con una Administración que no les fuera afín y que no tuviera como primera prioridad a su clase social. Ese favoritismo, si bien llenó sus bolsillos con grandes utilidades por largo tiempo, también les ha causado mucho daño, pues no se han visto obligados a mejorar, a tener empresas innovadoras y competitivas en el mercado mundial.

Han tenido que ir a Brasil para darse cuenta de lo que ya ha ocurrido en muchas otras partes del mundo y que hasta ahora no habían querido ver. En Francia, Alemania y España, por citar tres ejemplos, las empresas privadas han crecido y se han desarrollado con Gobiernos socialdemócratas, el tipo de Administración que la ANEP considera de izquierdas. Lo que estos Gobierno han exigido a los empresarios es que cumplan las leyes a cabalidad, respeten los derechos de los trabajadores, faciliten un adecuado clima laboral y sean responsables con sus obligaciones fiscales. Cuatro aspectos (al que habría que añadir el respeto al medioambiente) que son fundamentales tanto para el bien común, como para el buen desarrollo de una empresa; pero que desgraciadamente han sido constantemente violados por los empresarios salvadoreños.

Fundemas, la asociación de empresarios que trabaja en pro de la responsabilidad social del sector, ha señalado que para crecer en competitividad, las empresas salvadoreñas deben respetar los acuerdos firmados con la OIT relativos a la libertad de asociación, el trabajo de menores de edad y la igual remuneración para el trabajo de las mujeres, y cumplir con la legislación laboral. Con ello están reconociendo que las exigencias gubernamentales y del movimiento social no perjudican a las empresas, sino que las benefician en tanto las empujan a ser más competitivas.

En definitiva, lo público y lo privado, cada uno desde su lugar y cumpliendo a cabalidad su responsabilidad, pueden coexistir, y juntos aportar un enorme servicio al desarrollo que nuestro país tanto necesita. Al igual que el Estado debe ser cada vez más transparente, luchar de frente contra todo tipo de corrupción, trabajar con mayor eficiencia, hacer cumplir las leyes y proteger la vida de todos; la empresa privada debe ser cada vez más abierta, más eficiente, eximia cumplidora de las leyes y más solidaria con las necesidades del país.

Lo más visitado
0