Fabián Salvioli, relator especial de la ONU sobre la promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, estuvo en el país la semana pasada. El día de su partida, el 3 de mayo, dejó un informe de su visita, el cual incluye recomendaciones. Son aproximadamente dieciséis páginas que no tienen desperdicio. En ellas se señalan algunos de los graves problemas de El Salvador tanto en violaciones a derechos humanos como en desidia y abandono a la hora de firmar y ratificar convenios y protocolos dedicados a garantizar el respeto a esos derechos. La inconstitucionalidad de la ley de amnistía, nos dice Salvioli, está en plena coherencia con el pensamiento jurídico internacional y cuenta con el visto bueno de la ONU. En este sentido, la petición de una ley de justicia transicional acorde a la doctrina internacional es clara y precisa.
En este breve espacio es imposible dar cuenta del texto del relator, pero resulta ineludible señalar algunos de sus aspectos más importantes. El informe da total respaldo a los reclamos que desde hace años hacen las instituciones de la sociedad civil en torno al enjuiciamiento de crímenes de lesa humanidad y de guerra, catalogados universalmente como imprescriptibles. Y apoya algunas medidas que el Estado ha realizado en materia de reparación. Sin embargo, denota una fuerte irresponsabilidad estatal en lo que respecta a la justicia y a la atención a las víctimas. Asimismo, deja en ridículo a los supuestos juristas que hablan de perdón y olvido, y que formulan las más absurdas apelaciones e interpretaciones de las leyes para salvar a los victimarios. Juristas que saben más de trampas que de doctrina y que desprecian el espíritu de nuestra Constitución, construida sobre el respeto a los derechos humanos. Mientras estos abogados vendidos al dinero de los poderosos buscan leyes para proteger a los victimarios, el Estado no se atreve a ratificar la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad.
Queda mal el Estado en la medida en que no suscribe tratados clave en el campo de los derechos humanos. El relator menciona cinco instrumentos internacionales cuya firma contribuiría a solucionar algunos de los problemas vigentes en El Salvador. Entre dichas normativas, las referidas a la desaparición forzada de personas, un crimen que se dio durante la guerra civil y que se repite en la actualidad. Por otra parte, Salvioli nos urge a ratificar el Protocolo Facultativo de la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes. Y no le falta razón. Si en el pasado la tortura fue práctica procedimental de las instituciones armadas, especialmente contra los opositores políticos, hoy los tratos crueles y degradantes están a la orden del día en algunas bartolinas y cárceles. La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer es también importante ratificarla ante el machismo y el gran número de denuncias de violación que se registran en el país. La situación de inferioridad de la mujer en el campo de las pensiones, el escaso reconocimiento del valor del trabajo en el hogar y las dificultades de algunas para inscribirse en el Seguro Social muestran un panorama nada halagüeño.
Cuando se habla de estos temas, se dice que hay que ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío. Generalmente, son las personas que tienen el vaso casi lleno quienes recomiendan esa lectura de la realidad a quienes lo tienen casi vacío. Mientras nos conformemos con el vaso medio lleno, la violencia, la pobreza y el abandono de los pobres, la insuficiencia educativa, la corrupción y la debilidad de las instituciones públicas seguirán impidiéndonos alcanzar un desarrollo equitativo. El relator especial de la ONU nos ha ayudado a ver el vaso medio vacío en temas clave de derechos humanos. Nos toca a todos los salvadoreños llenarlo para construir justicia, paz y desarrollo.