Mensaje de fin de año

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Los mensajes de fin de año son propios de esta época. Pero no solo los líderes (sean empresariales, políticos o de cualquier organización) los envían, sino también la ciudadanía. Una ciudadanía que —aunque anónima— gusta de expresarse y que tiene en la opinión pública su mejor vía de comunicación. En ese contexto, queremos formular brevemente el mensaje que la población está dando al mundo político a través de la encuesta de opinión de la UCA, publicada la semana pasada.

En conjunto, se aprecia que la población sigue confiando masivamente, o al menos teniendo esperanza, en el actual Gobierno. Pero empieza a mostrar cierto cansancio. El cambio prometido viene demasiado despacio, y la población desea ver transformaciones que le beneficien tanto en el campo económico como en el de la violencia. Los leves avances en este último no han sido suficientes, aunque hayan servido para aumentar muy notablemente la confianza en la Fuerza Armada, a la que se le atribuye el protagonismo del ligero mejoramiento de la situación. El hecho de que la situación se vea mejor en los barrios donde se ha desplegado el Ejército hace que mucha gente tenga hoy confianza en la institución armada. Pero si los avances no continúan o se producen abusos a los derechos de las personas, la opinión puede cambiar muy rápido en ese punto.

El desafío para el Gobierno es, entonces, acelerar los procesos de cambio posibles en El Salvador. Es cierto que la crisis mundial frena posibilidades, y la gente parece entenderlo en las encuestas, pero el deseo de que las cosas cambien se mantiene firme. Un 63% de la población asegura que es necesario que en el país se den cambios. Es preciso que ese instrumento de cambio que debería ser el Consejo Económico y Social se revitalice y consiga convertirse en una especie de árbitro de la situación. Porque la sociedad política, lamentablemente, está demasiado empantanada en sus intereses particulares. Solamente podrá levantarse y dar pasos positivos hacia los necesarios cambios si recibe un impulso fuerte de la sociedad civil. La Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, aprobada recientemente, es una muestra de ello. Sin la insistencia del grupo promotor, entre cuyos miembros se encontraba la UCA, esta ley todavía estaría durmiendo en la Asamblea el sueño de los justos. Con razón la Asamblea y los políticos aparecen de un modo sistemático como las instituciones salvadoreñas menos confiables para la opinión pública.

A pesar de las críticas que se le puedan hacer, el Consejo Económico y Social, que ha caminado lentamente desde su creación, tiene una gran potencialidad. Reúne a actores de la vida social, empresarial, laboral e intelectual que tienen la decisión firme de dialogar y buscar lo mejor para el país. Lograr acuerdos o respaldos a políticas públicas, con las acotaciones, correcciones y sugerencias que correspondan, es un objetivo novedoso que puede ayudarnos a todos y todas a entender que El Salvador necesita un proyecto de realización común, que vaya más allá de las diferencias políticas y de las ideologías. Si nos decidimos por un desarrollo justo, humanizante, con redes educativas y de protección social de calidad y universales, en una generación podremos dar el salto a otro tipo de país.

Esa posibilidad (que los cambios estén encaminados a construir un El Salvador distinto) es el deseo que al final expresa en las encuestas la ciudadanía. Jugar entre partidos al desgaste de uno y otro no traerá nada bueno. Hoy puede Arena frenar los deseos de cambio del FMLN y su Gobierno, y mañana podrá el Frente obstaculizar a Arena y sus deseos. Es importante tener el marco de un proyecto netamente salvadoreño de realización común en favor de toda la ciudadanía, y después hacer política partidaria. Los cambios de Gobierno serán positivos solo en la medida en que haya un horizonte común de desarrollo. De lo contrario, la llegada de un nuevo Gobierno significará un nuevo discurso y un nuevo entrampamiento con la oposición; y seguiremos con más de lo mismo.

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