Monopolios mediáticos

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Editorial UCA
04/10/2013

Por fin se dio oficialmente el banderillazo de arranque de una campaña electoral que venimos sufriendo desde principios de 2013. De acuerdo a las encuestas, hay tres candidatos con posibilidades de triunfo. Aunque por el momento ninguno de ellos lo tiene asegurado, lo cierto es que en nuestro país, independientemente de los resultados de los comicios, siempre hay un ganador garantizado, por lo menos en términos financieros: los medios de comunicación, sobre todo los más grandes, que en esta ocasión ganarán por partida doble al parecer inminente una segunda vuelta electoral.

De acuerdo a diversas fuentes, en la elección de 2009, los partidos gastaron más de 19 millones de dólares solo en publicidad. Encabezó la lista de los mejores clientes de los medios el partido Arena, con 12.9 millones de dólares; seguido del FMLN, con 5.38 millones. El resto de partidos, juntos, apenas alcanzaron a gastar cerca del millón de dólares. Para la próxima elección, el encargado financiero del FMLN ha estimado que el partido podría invertir entre 15 y 18 millones de dólares en su campaña. Los otros institutos políticos no han dado números, pero el dato del Frente sirve para hacerse una idea del dinero que gastarán e irá a parar a las arcas de los dueños de los grandes medios de comunicación.

Ante esto, es pertinente y necesario decir una palabra sobre el papel de los medios de comunicación en el país, sobre todo en tiempos electorales. En términos generales, guste o no, son fundamentales, tanto que en gran medida delimitan el espacio donde se lucha por el poder. Sin embargo, en El Salvador, el mercado de los medios está en exceso concentrado. En el caso del mercado radial, sobran los dedos de una mano para contar a los grupos económicos que lo controlan; solo son dos empresas, una de uno de los candidatos y otra de su tío. En la televisión, el panorama es similar. Hay un grupo que acapara la mayoría de la pauta publicitaria porque no solo es propietario de algunos de los canales nacionales con más audiencia, sino también de importantes agencias de publicidad. Y si volvemos la vista a los medios escritos, nos encontraremos con que la mayoría del mercado está en manos de dos poderosos e influyentes grupos.

Es decir, unas pocas empresas han tenido el monopolio de la información y el entretenimiento, con el agravante de que han estado por completo identificadas con las élites económicas y sus intereses. Y cuando los medios operan desde los intereses de un grupo, construyen una versión distorsionada de la realidad. Los medios nacionales no facilitan el debate ni la discusión de los graves problemas del país. Durante el conflicto armado, proyectaron una versión incompleta y parcializada de los hechos. Con el fin de la guerra, poco cambiaron, apenas evolucionaron, y hoy siguen pintando la realidad con los colores que conviene a sus dueños. Basta ver la cobertura que están dando a la campaña de los tres principales candidatos.

El Salvador necesita un modelo mediático que no sea excluyente. Y necesita romper la barrera de la concentración de la información y de la emisión de la opinión para tener más diversidad de personas, de puntos de vista y de instancias que participen en el debate. Para eso es necesario entender la comunicación como un derecho humano, colectivo y social, lo que demanda políticas públicas que democraticen la comunicación. Es inaceptable y pernicioso que un reducido grupo de familias continúe dominando la difusión de mensajes en el país, decidiendo de qué, cómo y cuándo las personas deben ser informadas.

Desde la perspectiva que entiende a la comunicación como un servicio público y como un derecho humano, la razón de ser de un medio es informar a la población. Pero en El Salvador lo que los anima es la rentabilidad, la ganancia, el lucro. Esto explica, por ejemplo, que entre las páginas de los diarios aparezcan catálogos de productos todos los días y anuncios del partido que el medio rechaza visceralmente. Lo que manda es el dinero. Además, sin cultura democrática, hacen espectáculo de todo. El dolor de una persona, un secuestro, un homicidio, todo se convierte en un espectáculo en sus espacios noticiosos. Por eso hay entrevistadores que preguntan a los afectados de un accidente cómo se sienten mientras se desangran en las camillas de los hospitales esperando para ser atendidos. La sociedad salvadoreña necesita avanzar en la desconcentración de la propiedad de los medios de comunicación. La democratización de la comunicación puede ser un instrumento de lucha y de organización, y es un potencial que aún no ha sido aprovechado por los salvadoreños.

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Anónimo
05/10/2013
05:32 am
ARENA ha hablado de 25 millones.Curioso e hipócrita es que distintos columnistas en los medios critican la campaña adelantada pero son los más beneficiados. Hay una doble moral ahí. Es más, ellos se encargan de que se adelante, pues vuelven noticia cada actividad fuera de calendario. Solo siguen el juego que les conviene.
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