En medio de una campaña política en la que predominan los señalamientos negativos y el fomento del miedo, parece que la esperanza se desvanece y lo bueno que se puede hacer por el país queda en un plano secundario. Por eso necesitamos recordar las bondades que tenemos, necesitamos alicientes, cosas que nos motiven, personajes de los cuales sentir orgullo. Y El Salvador tiene muchos. A pesar de la resistencia y hasta la manipulación de algunos reducidos sectores, es indiscutible que el personaje más universal de nuestra tierra es Óscar Romero. Y esto independientemente del reconocimiento que le ha dado el actual Gobierno, en especial considerando el estilo autoritario de los supuestos homenajes. La figura de nuestro arzobispo mártir ha sido y sigue siendo objeto de reconocimientos, homenajes, canciones, películas y monumentos en todo el planeta; plazas en diversas latitudes llevan su nombre. Y qué decir de los incontables comités que llevan su nombre y que tienen por objetivo fomentar la solidaridad.
Por eso monseñor Pedro Casaldáliga lo bautizó como "San Romero de América", y por eso tiene un altar en la catedral de San Jorge en Londres y una imagen en el frontispicio de la abadía luterana de Westminster. Y por eso también la ONU declaró el 24 de marzo como Día Internacional por el Derecho a la Verdad. Así, monseñor Romero es uno de los símbolos más claros del compromiso cristiano por la construcción de un mundo mejor. Se ha convertido en un símbolo nacional; en cuanto tal, representa a todo el país y tiene la virtud de arrastrarlo con él: cuando sube, todo el país sube con él. En monseñor Romero, los salvadoreños encuentran motivo de hondo orgullo y ejemplo de vida.
Salvando las distancias, otra figura que despierta orgullo nacional es Jorge "Mágico" González. El que ha sido catalogado como uno de los mejores futbolistas de la historia es el salvadoreño que más opiniones favorables recibe en el país, independientemente de la ideología, credo o estrato socioeconómico al que se pertenezca. La figura del Mágico ha sido objeto de homenajes diversos, motivo de documentales, hay un estadio que lleva su nombre, ha recibido reconocimientos internacionales, entre los que destaca ser el primer centroamericano en entrar al Salón de la Fama de ese deporte. En un spot publicitario actualmente en circulación, el salvadoreño aparece junto a las figuras más descollantes del futbol mundial, y así el país siente que es tomado en cuenta en un deporte que pasa por una situación deplorable a nivel nacional, en lo organizativo y en su credibilidad.
¿Qué es lo que hace que la mayoría de la gente se identifique con Jorge González? No es solo su fama ni sus extraordinarias dotes con el balón. La vida del Mágico está plagada de anécdotas y laxitudes que todos los que lo admiran conocen. A pesar de ser querido como pocos en el país, a pesar de haber alcanzado lo que para otros sería la cumbre de una trayectoria, el Mágico es una persona del pueblo, humilde, al que la vida que llevó lo humanizó y lo hizo reconocerse como uno más y comprender las debilidades de la naturaleza humana. Aunque ha sido tocado por las tentadoras ofertas del poder y de los políticos, no se ha prestado a hacer campaña por algún candidato. No hay lugar que González haya visitado donde no haya hecho explícito el amor por su pueblo, ese pueblo honesto y libre de pompas con el que él se identifica con sus acciones.
Monseñor Romero está en el corazón del pueblo salvadoreño y se ha convertido en un símbolo universal del compromiso cristiano con los pobres, a los que amó hasta la muerte. El Mágico está en el corazón de salvadoreños y gaditanos, y de no pocos en otras partes del mundo, por sus virtudes futbolísticas y por sus cualidades personales. Y por eso está trascendiendo en la historia del país. Ambos nos muestran que hay salvadoreños que llenan de esperanza y ánimo; nos muestran que más allá del oropel y los fuegos fatuos de la política y las élites que la acompañan, hay en El Salvador ansia de verdad y de autenticidad en el pueblo y desde el pueblo.