“Todo venezolano debe tener su wallet petro, porque en cualquier momento, a partir de ahora, le cae su petro. El petro es la solución para Venezuela”, dijo Nicolás Maduro el 19 de noviembre del año pasado cuando anunció que su Gobierno daría a cada trabajador de la salud medio petro, equivalente a $30 dólares. El petro es la criptmoneda que el presidente venezolano creó el 3 de diciembre de 2017; ante la poca receptividad de la población, se vio obligado a promover su uso regalando dinero a la gente. Más de tres años después de su creación, la divisa digital no tuvo ningún impacto en la recuperación de la devastada economía del país suramericano. Más bien, la criptomoneda ha sido utilizada como un sistema de control social y financiamiento temporal de la deuda interna. El Salvador no es Venezuela ni el petro es el bitcóin, pero las similitudes son llamativas.
Las finanzas públicas salvadoreñas están maltrechas; de no ser así, no serían necesarios los cientos de millones de dólares en préstamos aprobados por la Asamblea Legislativa desde el 1 de mayo. Además, no hay señales de avance en las conversaciones con el Fondo Monetario Internacional para la obtención de un préstamo de $1,300 millones a través de un acuerdo de servicio ampliado. La capacidad de endeudamiento de El salvador está llegando a su fin. A esto se suma la caída en los precios de los bonos y la baja calificación del riesgo país debido a la inseguridad jurídica nacional y la falta de un plan económico serio. El Gobierno urge de dinero y se está quedando sin opciones razonables.
Ante este panorama, el presidente Bukele, a través de sus diputados, aprobó la legalización del bitcóin como moneda de curso legal en el país. La respectiva ley, un texto de no más de tres páginas plagado de vacíos y ambigüedades, ha desatado muchas críticas y dudas. Para intentar disipar la incertidumbre y defender su proyecto, Bukele llamó a cadena nacional. El presidente acusó a la oposición de tergiversar la ley y sembrar temores entre la población. Según esta lógica, serían miembros de la oposición todos los actores externos que han cuestionado el uso del bitcóin como moneda, entre ellos varios premios Nobel de economía y funcionarios de organismos financieros internacionales. El presidente no dijo nada acerca de que el bitcóin es apetecido para lavar dinero mal habido. Tampoco aclaró a quién y a qué precio comprará El Salvador los bitcóin que repartirá entre quienes descarguen la aplicación gubernamental para el manejo de la criptomoneda. No habló de la comisión que se cobrará por convertir los bitcóin en dólares y viceversa.
Que el bitcóin y su ley hayan sido motivo de cadena nacional y que se ofrezca un incentivo monetario a cada persona que se sume a la aventura presidencial refleja que el tema es de primer orden para Bukele. Lo que no se entiende, lo que el presidente no sabe o no quiere explicar es por qué tanto interés. Si todas las transacciones son en dólares, ¿para qué se necesita el bitcóin? ¿Cuál es la necesidad de implementarlo desoyendo todas las advertencias de expertos? ¿Quién se quedará con las comisiones que se cobren por el manejo del bitcóin? Si todo el que reciba la criptomoneda la cambiará a efectivo inmediatamente, ¿de dónde saldrán esos dólares? Mientras las preguntas se multiplican sin cesar, el presidente y sus funcionarios se enredan cada vez más en un tema que, a la vista de sus atropelladas e incoherentes declaraciones, no manejan. Hasta el momento, muchas dudas sobre el bitcóin y una única certeza: los problemas del país continúan sin ser en verdad atendidos.