Mujeres en lucha por sus derechos

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Editorial UCA
07/03/2019

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se conmemora la lucha a inicios del siglo XX de miles de trabajadoras textiles de Nueva York por salario y jornadas justas, y por la abolición de la división del trabajo por género. No es, pues, un día para felicitar a las mujeres, sino para unirse a sus reivindicaciones por los derechos que todavía no les son reconocidos y para seguir visibilizando las situaciones de injusticia, desigualdad y de violaciones a los derechos humanos que sufren actualmente en nuestro país y en el mundo entero.

Las mujeres llevan más de un siglo de lucha por lograr que se les reconozcan los mismos derechos que a los hombres, y en esa larga gesta han logrado importantes victorias: los derechos a ejercer el sufragio, a estudiar, a ser elegidas para cargos públicos, a leyes que las protegen de la violencia, entre otros. Sin embargo, muchas no gozan plenamente de esos derechos. Aun en los países más avanzados, queda mucho por hacer para poder hablar de una real y verdadera equidad entre hombres y mujeres.

Es por ello que las mujeres siguen trabajando y organizándose a diario para exigir lo que les corresponde. Desde 2016, cada vez más cantidad de ellas se unen al Paro Internacional de Mujeres, un movimiento internacional promovido por organizaciones de más de 50 países para exigir el fin de las violencias social, legal, política, moral, verbal, sexual y física que padecen las mujeres en todo el planeta. Este movimiento propone que cada 8 de marzo las mujeres realicen un paro en señal de protesta y como símbolo de lucha por su libertad y autonomía.

Un paro en sentido amplio: suspender tanto los trabajos remunerados como los de cuido del hogar; tomarse las calles; no consumir. En definitiva, hacer conciencia y denunciar las acciones y actitudes que buscan borrar del Día Internacional de la Mujer su sentido político y reivindicativo, e invitar a todas las mujeres a convertirse en activistas a favor de sus derechos y en contra de la violencia feminicida. Es necesario reconocer la importancia de estos actos. Sin ellos, la sociedad no avanzaría en consciencia de una realidad profundamente injusta y violenta, que niega derechos a unas y da privilegios a otros, que minusvalora los aportes y capacidades de la mitad de la población.

No en balde los informes de desarrollo humano del PNUD alertan que la cultura machista es uno de los principales obstáculos de la sociedad salvadoreña para avanzar y alcanzar un mayor grado de desarrollo. Si queremos cambios en nuestra sociedad, es necesario que todos, salvadoreños y salvadoreñas sin distinción, apoyemos las reivindicaciones de las mujeres, su lucha contra una cultura machista y patriarcal que posibilita que los hombres se crean superiores, que asuman que tienen derechos sobre ellas, que es legítimo acosarlas sexual y laboralmente, que pueden violentarlas con impunidad. Es una clara ganancia para cualquier comunidad lograr la equidad de género, porque lo contrario es síntoma de una sociedad enferma, incapaz de reconocer la igual dignidad de todo ser humano.

Sanador para toda la sociedad es también reconocer el enorme aporte que las mujeres realizan con sus labores de cuido. En esa línea, es perentorio que esas tareas sean remuneradas y dejen de ser asunto exclusivamente femenino. Mujeres y hombres por igual pueden y deben cuidar, dedicarse a la política, gobernar, liderar. El llamado de las mujeres del mundo, y en especial de las salvadoreñas, tiene que ser ampliamente escuchado. En cada salvadoreño y en cada salvadoreña que no comparte esta lucha por la igualdad debe iniciar un proceso de apertura y conversión, que nos permita como nación superar esta cultura machista que nos ofende y daña a todos.

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