En el Día Internacional de la Mujer, que invita a reflexionar y trabajar por una real igualdad de derechos entre mujeres y hombres, es necesario mirar y analizar con seriedad nuestra realidad al respecto. En primer lugar, lo evidente: el machismo sigue oprimiendo y generando crímenes de odio a diario. Hay menos mujeres pensionadas que hombres, aunque en promedio ellas trabajan más que ellos. En la futura Asamblea Legislativa, habrá diputados que han publicado frases machistas en las redes sociales; además, el número de diputadas no llegará al 30% del total de legisladores, a pesar de que en El Salvador las mujeres son mayoría. Esta subrrepresentación habla muy mal de un país en el que han abundado y abundan las mujeres ejemplares.
Marianella García Villa, defensora de derechos humanos, fue asesinada durante la guerra cuando trataba de esclarecer en el terreno una masacre llevada a cabo por la Fuerza Armada. Fue una persona inteligente y de gran coherencia entre pensamiento y acción. A pesar de ello, se la mantiene en el olvido. Rufina Amaya, testigo de la matanza en El Mozote, se constituyó en la palabra más permanente y creíble frente al encubrimiento de ese acto de barbarie y de otros crímenes de lesa humanidad. Hoy, a pesar de que muchos reconocen su valía, no tiene ningún monumento que la honre. Por su lado, María Julia Hernández, directora de Tutela Legal del Arzobispado, mostró un valor extraordinario en la defensa de los derechos humanos. Tampoco para ella hay una fecha o sitio público que sirva para recordar su obra.
El reconocimiento público a las mujeres continúa siendo inferior a la capacidad que demuestran en diversos ámbitos de la vida nacional. Pese a que ellas se desempeñan en infinidad de labores, muchas de estas complejas y de largo plazo, los hombres se quedan con el poder y las decisiones sin que se avance gran cosa en la construcción de la igualdad y en el desarrollo de la justicia social. Las labores de cuido se reservan para la mujer y ni siquiera se hace el cálculo económico del valor material que esas tareas tienen. En el mundo político, es aún más aguda esa marginación.
En las fechas conmemorativas (el Día Internacional de la Mujer no es la excepción), mucha gente se muestra solidaria con la temática del caso. Sin embargo, luego se echa de menos un compromiso permanente que lleve a un cambio de cultura o de legislación. En este sentido, bueno sería que durante los tres años próximos se ejerza presión pública para que los diputados y el Ejecutivo legislen y actúen en materia de derechos y protección de las mujeres. Dado que la próxima legislatura no alcanza el tercio de género que se exige como mínimo en cualquier otra institución pública, una buena consigna sería exigir legalmente que al menos un 40% de las curules sean ocupados por mujeres. Sin dar la pelea a diario sobre temas como este, nunca se conseguirá la plena igualdad.