Necios e insensibles

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Editorial UCA
25/08/2019

La Asamblea Legislativa continúa haciendo mal las cosas. Las víctimas y las instituciones de la sociedad civil que las defienden presentaron un proyecto de ley generoso con los autores de los crímenes cometidos durante la guerra civil. Pero los diputados continúan insistiendo en promover una amnistía enmascarada. Con la disculpa de dialogar con las víctimas, ahora han organizado foros regionales. Invitan a las ONG de derechos humanos a que envíen dos víctimas de la zona en la que realizan cada foro. Y citan a una buena cantidad de antiguos combatientes a la misma reunión. Así, asociaciones de veteranos, militares, excombatientes, paracaidistas, etc., y víctimas acaban sentados juntos, estableciéndose una mezcla de intereses sin ningún criterio. ¿Qué significa eso? Significa que los diputados prefieren la confrontación al diálogo.

Es un despropósito juntar a excombatientes con víctimas sin una preparación y sin un diálogo previos, y sin una mediación adecuada. Y a ello se suma la agresividad de referirse a estos foros como “cruzada nacional”. Ni el lenguaje ni la actividad buscan justicia. Y sin justicia no hay reconciliación. Además, con la falta de tacto que los caracteriza, los legisladores convocaron las reuniones para el 23 de agosto, un día después del 37.° aniversario de la masacre en El Calabozo. Y para mayor humillación, celebraron uno de los foros a pocos kilómetros de donde se perpetró esa masacre, en la cual, según el informe de la Comisión de la Verdad, fueron asesinados por el batallón Atlacatl “más de doscientos civiles, hombres, mujeres y niños”. Cuando el crimen fue denunciado, el entonces ministro de Defensa Nacional aseguró que la Fuerza Armada había realizado una investigación seria y que no se había dado ninguna masacre. Posteriormente, la Comisión de la Verdad le solicitó al ministro el informe de la investigación y el funcionario se limitó a decir que no había archivos de la época.

Si el 22 de agosto pasado la Asamblea Legislativa hubiera denunciado unánimemente la masacre en El Calabozo y hubiera instado a la Presidencia de la República y a la Fuerza Armada a reconocer que el batallón Atlacatl asesinó civiles de forma sistemática, podría creerse que los foros de 23 de agosto buscaban justicia y reconciliación. Pero el silencio de los diputados frente a los crímenes del pasado les quita toda autoridad moral y confiabilidad, y los muestra cómplices del encubrimiento de las barbaries de la guerra. En esto, tanto los partidos de derecha como los de izquierda comparten responsabilidades. El batallón Atlacatl, siguiendo una lógica genocida, participó en las masacres en El Mozote, Copapayo-San Nicolás, El Calabozo y otras más. Alabarlo o rendirle honores debería ser tipificado penalmente como apología del terrorismo.

El país necesita justicia real y reconciliación. Sin justicia con penalidad, lo único que se da es el triunfo del verdugo sobre la víctima inocente y una prolongación de la cultura de la impunidad. El Salvador tiene la suerte de que sus víctimas tienen un gran nivel moral y ético. Saben lo que es la compasión y el perdón. Y por eso están respaldando una ley de justicia transicional sumamente generosa con los verdugos. Ese es el proyecto de ley que los diputados deberían estudiar y conversar directamente con las víctimas, sin necesidad de sentirse arropados por veteranos, entre los cuales seguro hay victimarios. Si no hacen eso, perderán una hermosa posibilidad de reconciliación. Si continúan por el camino de la amnistía enmascarada, deberán hacer frente a apelaciones jurídicas y sufrirán, una vez más, el repudio ciudadano.

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