Cuando se habla de emprender reformas sociales que cuestan dinero, se acostumbra decir que no lo hay, que este es un país pobre, con pocos recursos. Que primero hay que producir riqueza para después distribuirla en el desarrollo social. Sin embargo, los datos contradicen ese tipo de afirmaciones. La revista Forbes habla de personas en El Salvador que poseen un patrimonio de más de mil millones de dólares. Una empresa de Singapur especializada en dar seguimiento al crecimiento de las grandes fortunas decía recientemente que el número de multimillonarios sigue creciendo en América Latina, a pesar de la crisis. Y el periódico español El País publicaba hace algunos meses un reportaje en el que se citaba que en Centroamérica, incluyendo Panamá, hay 1,025 millonarios; de estos, 150 salvadoreños. Así, el país ocuparía, según esa fuente, el cuarto lugar en cantidad de millonarios, después de Guatemala, Honduras y Nicaragua. Curiosamente, Costa Rica y Panamá, con una renta per cápita superior, tienen menos millonarios que los otros cuatro países, que son también los que tienen más problemas económicos y sociales. Ese conjunto de centroamericanos suma la friolera de 137,000 millones de dólares. Y eso en una región que en 2012 tuvo un producto global de 172,000 millones de dólares. La misma empresa en Singapur afirmaba que en el período 2001-2010 habían salido de El Salvador 8,700 millones de dólares hacia paraísos fiscales. En otras palabras, un promedio de 870 millones anuales. ¿Hay dinero aquí? Todo esto indica que sí, aunque evidentemente mal distribuido. Y eso sin contar lo que se gasta en seguridad privada, en unas empresas de seguridad que tienen más personal que la Policía y la Fiscalía juntas.
Cuando en El Salvador se ha hablado de enfrentar la violencia, la UCA ha insistido sistemáticamente en la necesidad de invertir en el desarrollo de las capacidades de las personas. Mejorar la educación, la salud, la vivienda, el acceso al crédito para la producción, los conocimientos técnicos para una mejor y mayor productividad es indispensable para crear las condiciones de cohesión social, confianza ciudadana y arraigo en valores necesarios para vencer la violencia y construir una sociedad pacífica. Evaluar a las instituciones estatales y hacer el esfuerzo conjunto de ponerlas al día es otro paso indispensable para enfrentar la violencia, en un marco en el que la corrupción, el descuido, la desidia y la falta de inversión han echado raíces en una buena parte del sector encargado de la justicia y de la persecución del delito. Los costos de estos esfuerzos siempre serán inferiores a los de la violencia. Con la diferencia de que lo que ahora se gasta en frenarla (en torno al 10% del PIB) se convertirá en una inversión.
Cuando hay dinero, pero no se emplea para resolver los problemas, podemos pensar en las siguientes razones: falta de voluntad política, gobernantes incapaces o élites económicas que tienen suficiente poder para impedir que la riqueza producida por todos y acaparada por ellas satisfaga las necesidades sociales. Por lo mucho que se ha prolongado la violencia en El Salvador, lo más probable es que sea una combinación de las tres. Y como hoy estamos hablando, una vez más, de enfrentar a fondo el problema y se ha creado un Consejo de Seguridad Ciudadana con amplia representatividad, será fundamental que midamos necesidades, recursos, inversiones y, sobre todo, voluntad. La sociedad civil viene clamando desde hace años por seguridad y paz social. Ha ofrecido soluciones y caminos, que pasan siempre por la mejora de las instituciones y la inversión en el desarrollo de la gente. Probablemente, el nuevo Consejo hará recomendaciones que irán por la línea del desarrollo social y de las reformas institucionales y legales. Pero al final, serán la voluntad política y la colaboración conjunta las que harán posible la construcción de un futuro en el que desaparezca la violencia de la convivencia ciudadana. El dinero no debería ser un obstáculo. Está claro que en El Salvador lo hay en abundancia y que es producido por todos, aunque solo unos pocos lo acumulen.