Nueva Asamblea, viejas mañas

Desde el primero de mayo está instalada la nueva Asamblea Legislativa, bajo la presidencia del diputado de Arena Norman Quijano. Una Asamblea dominada por los partidos que integran la derecha política, los cuales, sumando sus votos, alcanzarán tanto la mayoría simple como la cualificada. Ante esta realidad numérica, los 23 diputados del FMLN y el diputado no partidario Leonardo Bonilla apenas tendrán posibilidades de influir sobre las decisiones parlamentarias. Y desde ya, la forma en la que se procedió para la aprobación del protocolo de entendimiento y la composición de la Junta Directiva muestran cuál será la estrategia de Arena durante los próximos tres años.

Por un lado, queda claro que la alianza Arena-PCN sigue viva y que ambos partidos se sienten cómodos trabajando juntos, como lo hicieron a lo largo de los veinte años de Gobiernos areneros. La alianza les permitirá aprobar sin recurrir a nadie más todas aquellas leyes que requieran de 43 votos. También queda clara la disposición de Arena a negociar con GANA para obtener los 56 votos de la mayoría cualificada. En sentido contrario, el protocolo de entendimiento muestra que Arena mantendrá el antagonismo con el FMLN, pues lo ha tratado como si hubiera obtenido los mismos votos que el PCN y GANA, cuando en realidad sumó casi tantos votos como GANA y el PCN juntos.

Lo visto hasta ahora no habla a favor de una nueva Arena; se repiten los modos y actitudes del partido que gobernó al país durante dos décadas. Un partido que no se muestra interesado en la ética y la honestidad de los políticos, ni en la búsqueda de consensos para el bien común, ni en el respeto a la voluntad popular. Una Arena que no tiene reparos en recurrir a cualquier medio para obtener los votos necesarios para sacar adelantes sus propuestas legislativas, como comprar la voluntad de otros partidos a cambio de prebendas (puestos en la directiva de la Asamblea o con la elección de autoridades de segundo grado).

Este panorama pone en una difícil situación al Gobierno, que con seguridad encontrará fuerte oposición a sus proyectos de ley en la Asamblea Legislativa, incluyendo la Ley de Presupuesto General del Estado, tan importante para el Ejecutivo. Además, al Presidente de la República de poco le valdrá su derecho de veto, pues una alianza Arena-PCN-GANA superaría el veto presidencial sin dificultad. Pero más allá de la composición y aritmética legislativas, la nueva Asamblea tiene tareas fundamentales por resolver a corto y mediano plazo.

Por un lado, tiene que esforzarse en ganar prestigio ante la ciudadanía. Las últimas Asambleas se han granjeado una bajísima confianza ciudadana, expresada en el alto nivel de abstencionismo y la anulación de votos registrados en las elecciones de marzo. La presencia de diputados cuestionados por la Sección de Probidad de la Corte Suprema de Justicia y las peleas por estar en la junta directiva o por escoger las mejores oficinas afectan terriblemente la imagen de esta importante institución del Estado.

Por otro lado, el país requiere con urgencia que se aprueben leyes que aseguren el bien común, como la Ley General de Aguas, una nueva normativa de la función pública que garantice la calidad y eficiencia de los funcionarios, y una ley de probidad que ponga fin a la impunidad para aquellos que se enriquecen ilícitamente a costa del Estado. Asimismo, es necesario un reglamento que regule a profundidad las elecciones de segundo grado, por medio de las cuales se elige a los titulares de puestos clave para el Estado de derecho: los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, el Fiscal General, los magistrados de la Corte de Cuentas y los titulares de la Procuraduría General y la de Derechos Humanos. En todas estas instituciones se debe contar con mujeres y hombres capaces, independientes tanto de los partidos políticos como de los poderes fácticos, verdaderamente honestos y con vocación comprobada de servir al país y a la ciudadanía. Estas tareas son las primeras que tendrían que abordar los diputados. Ya se verá si, fieles a su costumbre, nos defraudan.