En general, la clase política salvadoreña privilegia la mentira sobre la verdad. No todo lo que dice es falso, pero suele mentir cuando promete bienestar, cuando habla de justicia social haciendo propaganda gubernamental y cuando asegura que en el país se respetan los derechos humanos. En el mundo se ha impuesto la época de la posverdad, en la que se confunde la verdad objetiva con el interés particular y en la que se crean emociones y esperanzas para inhibir el uso de la razón. En este sentido, la mayoría de políticos salvadoreños han resultado avezados, pues por tradición han buscado confundir dictadura con democracia, guerra civil con terrorismo, y corrupción y enriquecimiento ilícito con progreso nacional. Y por ello están aprovechando al máximo este tiempo, donde con facilidad la mentira se mezcla con verdades a medias o se hace pasar por una verdad dogmática a base de una propaganda que falsea la realidad.
Asegurar que el bitcóin enriquecerá al país y generará desarrollo para todos es una de esas mentiras con pretensión de verdad. En ninguna parte del mundo una criptomoneda ha conseguido el enriquecimiento general de la ciudadanía de un país. Es un negocio de pocos: en enero de este año, una encuesta realizada de forma virtual revelaba que, a nivel mundial, poco más de 22 millones de direcciones únicas de Internet enviaron o recibieron criptomoneda. Aunque este tipo de transacciones va creciendo, el reducido acceso a Internet en El Salvador y la poca capacidad de seguimiento de las variaciones del valor de las criptomonedas limitan severamente el uso de las mismas. Como en la mayor parte de los negocios, un grupo reducido se enriquecerá con el bitcóin; para la mayoría de la población no significará más que una nueva mentira. Así como también lo es decir que se quiere sanear el sistema judicial mientras se remueve jueces discriminando solo con base en la edad; una mentira que busca hacer pasar el mal como un bien.
Si la mentira crece y la noción de verdad desaparece, se terminará por identificar la verdad con la pura conveniencia personal, eliminando en la práctica la ética y la moral. Y en la medida en que la capacidad racional de buscar y encontrar verdad disminuya en el país, disminuirá también la capacidad de diálogo. Ya sabemos a qué tipo de desgracia y represión, brutalidad y desconfianza lleva la falta de diálogo. Quienes desean establecer puentes para el entendimiento saben que algunos miembros del Gobierno están dinamitando todos los mecanismos de diálogo. Ello queda claro en las redes, con un nivel de agresividad que en la vida real llevaría a la violencia física. Y se ve en la falta de voluntad de hablar seriamente con la sociedad civil crítica, a la que se acusa de aliada de los poderes del pasado. Una sociedad civil crítica que se ha distinguido históricamente por trabajar en favor de la paz y por luchar contra la violencia, la corrupción y la ineficacia gubernamental, desde mucho antes de que nacieran algunos de los diputados actuales. Utilizar la mentira contra un sector de la población solo empeorará la crisis actual.